viernes, 26 de febrero de 2010

PRAGA Y BUDAPEST

16 DE AGOSTO DE 2008

Después de recoger los bártulos partimos hacia Praga. Nada más entrar en el país nos damos cuenta de que las carreteras no son lo mejor del mundo. De hecho la autopista es una serie de baches continua, y sin exagerar, que parece que vayas a entrar en un peaje durante un montón de kilómetros. Es horrible y desesperante y te tiembla el cuerpo, la cabeza y piensas que te vas a volver loco. Durante todo el camino llueve a cántaros. Teníamos serias dudas de si en la República Checa había viñeta o no, aunque no ponía nada por ningún sitio. Cuando ya estábamos a punto de entrar en Praga, vimos las cámaras que hay en todos los países en que se necesita la viñeta, cuya misión es reconocerlas, por lo tanto sospechamos que era obligatorio llevar la pegatina. Pensad que ya llevábamos el parabrisas del coche que parecía un álbum de cromos: la viñeta de Suiza, la de Austria, la de Eslovaquia y ahora teníamos que hacer sitio a ésta.



Leí en algunos blogs que en los alrededores habían bastantes campings de buena calidad y baratos, cosa que en Praga es bastante complicado, ya que es una ciudad bastante cara. Preguntamos en un montón de ellos y todos estaban completos, así que nos cansamos y buscamos en un GPS un ibis y fuimos directos a él. También estaba la opción de una pensión, como en Innsbruck o Salzburgo, pero en una capital siempre es complicado encontrar una pensión en condiciones y barata. En el hotel había sitio, así que nos instalamos comimos algo y después nos dispusimos a explorar la ciudad. Praga era otro de los destinos soñados, siempre había oído hablar mnuy bien de ella y tenía muchas ganas de conocerla. Pero ese día el tiempo no acompañaba en absoluto, llovía a mares, así que tendríamos que contentarnos con recorrerla con el paraguas, no había otra opción. Además hacía bastante frío para lo que estamos acostumbrados en agosto: 10 grados. Nada más entrar en el casco antiguo, el Stare Mesto, como allí se le llama, encontramos una casa de cambio para cambiar nuestros euros por coronas checas.


Anduvimos por sus calles adoquinadas y llenas de tiendas, que aprovechamos para entrar, ya que poca cosa más podíamos hacer. Fueron estas calles las que nos llevaron hasta la Plaza Vieja, una plaza bastante grande, que es el centro del casco antiguo y donde se encuentra la famosa silueta de la ciudad, que es la Iglesia de Nuestra Señora de Týn. Puede parecer obvio pero yo nunca hubiera dicho que es un iglesia si me querida e inseparable guía, que tanto leía una y otra vez, me lo hubiera hecho saber. La plaza está dominada por la estatua de Jan Hus, un héroe nacional que murió en la hoguera. Y en frente de la iglesia de Nuestra Señora de Týn, se encuentra el ayuntamiento con su torre y su reloj astronómico. A pesar de la que está cayendo la ciudad está llena de turistas, y lo que faltaba eran los paraguas. Resultaba complicado caminar por las calles sin chocar con nadie. El reloj astronómico fue construido en 1410, aunque fue perfeccionado en 1490. Hay cuatro figuras junto al reloj que representan la vanidad (con un espejo), la avaricia (con su saco de dinero), la muerte y la invasión pagana (representada por un turco).






Cada hora la muerte toca una campana e invierte el reloj de arena y los doce apóstoles asoman por la ventana que hay justo encima del reloj mientras suena una musiquita. Dio la casualidad que faltaba un cuarto de hora para la hora en punto y decidimos esperar para poder ver el espectáculo, junto a una multitud que allí se congregaba, claro, armadas con sus paraguas. Me cuesta creer que Javi pudiera hacer las fotos. Cuando acabó, seguimos haciendo la ruta por las calles del casco antiguo y llegamos al Puente de Carlos, el cual nos dispusimos a cruzar. Este puente, hasta el siglo XIX conocido simplemente como "el puente de piedra", fue hasta hace muy poco el único puente que cruzaba el río Moldova y por el cuál podían avanzar los vehículos, hasta después de la Segunda Guerra Mundial, en que se hizo peatonal. Las estatuas expuestas a lo largo de todo el puente a ambos lados representan importantes figuras en la historia del país, aunque la gran mayoría, si no todas, son figuras religiosas. El puente es una preciosidad y te da otro punto de vista de la ciudad, pero estaba tan abarrotado de gente, que era agobiante. Una pena realmente y en las fotos no se puede apreciar. Es habitual que en todo el puente hayan un montón de puestos ambulantes y sobretodo pintores con sus cuadros expuestos, aunque tal y como estaba el día eran muy escasos. A esas horas, afortunadamente la lluvia había remitido y no llovía tan fuerte.











Javi y yo queríamos comprar un cuadro de tan bonita ciudad y empezamos a buscar. O bien no eran lo que estábamos buscando o bien eran demasiado caros, increíblemente caros. Desistimos y pensamos en seguir buscando al día siguiente. Algunas de las tiendas que encontramos después de atravesar el Puente de Carlos tenían sólo un artículo: matriushkas, las famosas muñecas rusas, con varios temas: unas de presidentes de Estados Unidos o de varios países del mundo, otras de cantantes, estrellas de cine, o bandas de rock, actores, actrices, etc. Pero de lo que más había era de equipos de fútbol. De equipos de todos los países y selecciones, incluso antiguos. Lo que más nos llamó la atención fue encontrar a muñecas del Espanyol, el Getafe, el Málaga o el Recre. Increíble que en estos países conozcan estos equipos, ya que yo de Praga conozco al Sparta y da gracias. Lo que sí nos dimos cuenta de que muchos de los dependientes de las tiendas hablaban español y tenían puesta contínuamente música en español: Malú, David Bisbal, Alejandro Sanz, etc. Javi no pudo resistirse y se compró unas Matriushkas del Barça, como no. La verdad que están graciosas y curiosas, y ahí las tenemos puestas en una de las estanterías del comedor. No se parecen en nada a los jugadores, pero como pone los nombres en las camisetas por detrás los tenemos de espaldas de mayor a menor para que se vean bien y en este orden: Messi, Puyol, Valdés, Henry y el más chiquitín de todos, Bojan.




La tarde fue cayendo progresivamente hasta que llegó la noche. Llegamos al Museo Nacional, en una especie de avenida con una rambla en medio y donde, como ya no llovía sí que habían algunos vendedores ambulantes y dibujantes de caricaturas. El edificio es muy opulento tanto por fuera como por dentro. No lo visitamos, porque era caro y era tarde, pero las fotos que muestra la guía de su interior así lo muestran. Al final de esta rambla había un tranvía antiguo que habían convertido en bar-restaurante, lo que nos pareció curioso y no pudimos irnos sin hacerle una foto. De camino para el coche pasamos por la ópera y el nuevo ayuntamiento, ambos edificios bellamente iluminados. Volvimos al hotel y cenamos de nuestras provisiones.















17 DE AGOSTO DE 2009




El día amaneció soleado y con un cielo azul totalmente libre de nubes. Aunque la temperatura era mucho más agradable que el día anterior yo seguía necesitando mi manguita larga, aunque prescindiría de ella cuando fueran transcurriendo las horas. Ese día la visita al Castillo de Praga nos tuvo toda la mañana ocupada. La entrada fue como siempre en este tipo de monumentos (no lo recuerdo pero entre 15 y 18 €) pero la audioguía resultó especialmente cara (12 €), que yo me empeñé en pagar. Sí, era del todo abusivo, lo sé, y un timo probablemente, pero no puedo visitar ningún sitio sin enterarme de la historia que se encuadra entre sus paredes. Este castillo es totalmente distinto a los que hemos visitado hasta ahora, como Neuschwanstein o Schönbrunn. Para empezar, se trata de un recinto con varias cosas dentro. Lo primero y más destacable nada más entrar es la imponente Catedral de San Vito, la más grande de toda la ciudad (es enooooorme, conforme vas avanzando por cualquiera de sus laterales te da la impresión de que nunca vas a llegar al final) y con las vidrieras más bonitas que he visto nunca. Pero no abrían hasta las 12 de la mañana, así que nos dedicamos a visitar el resto de edificios y la catedral la dejamos para el final.




En uno de los primeros edificios que vimos, al subir unas escaleras había una armería, un museo de armas, en el cual al final del todo podías tirar con una ballesta, previo pago, claro, cosa que nosotros no intentamos. Después de esto dimos con el callejón dorado, cuyas diminutas casitas de colores fueron construidas en el S. XVI para los arqueros de élite de la guardia del castillo, pero fueron usadas posteriormente como talleres de orfebrerías, hoy convertidas en cucas tiendas de recuerdos. En una de estas casas también vivió Franz Kafka, el famoso escritor judío. A continuación de esto se encuentra la prisión donde hay expuestos numerosos instrumentos de tortura, aunque el folleto que hemos cogido para que nos indique el itinerario a realizar nos pone que están traídos de varios países de Europa y que allí nunca se ejercieron torturas, cosa que dudo.




En otro edificio hay varias salas, una capilla desde la que sólo se puede acceder a un balcón y por último una gigantesca sala desde la que se celebraban bailes, banquetes, celebraciones e incluso torneos de caballos.






El itinerario desemboca en un patio con unas bellas vistas de la ciudad, franqueado por dos guardias, cada uno en su gaveta, que observan a la multitud impasibles. Y cuando digo multitud lo digo en el sentido más estricto de la palabra hay muchísima gente. Ya de vuelta vemos la Catedral de San Vito, tanto por dentro como por fuera. Tardamos mucho en visitarla porque es muy grande y hay numerosas estatuas y imágenes que la audioguía va detallandome exhaustivamente. Me maravillo con las vidrieras, son realmente preciosas. Salimos del castillo, ya se nos ha hecho la hora de comer y buscamos algún sitio. No os lo he dicho pero esta ciudad está tomada por las avispas, es increíble la cantidad que hay y hacen la vida imposible a la gente. A mí me dan pánico y me amargan la existencia contínuamente. Encontramos sitio en una terraza y nos dispusimos a comer pero no paraban de molestarnos y nos fastidiaron bastante, la verdad. Después de comer volvimos a la plaza vieja a verla con el día claro y a pasear de nuevo por el Puente de Carlos a ver si encontrábamos nuestro cuadro. Pero al final nos fuimos de la ciudad sin él. En la plaza vimos a un policía y se me ocurrió preguntar si era obligatoria la viñeta en el país, ya que no nos había quedado muy claro y me dijo que sí, que la tenía que comprar en alguna gasolinera y ponerla en el cristal delantero del coche. Buf!! pues hemos tenido suerte de que no nos hayan multado.








Cuando terminamos de ver la ciudad vieja nos fuimos a la Colina de Petrin, a la cual se accede con un funicular. Esta colina, espacio verde donde los praguenses vienen a pasear y a hacer picnics cuenta con la Torre de Petrin, que es una réplica de la Torre Eiffel, pero mucho más pequeña. También se puede subir a ella, pero nosotros desistimos porque las vistas que se veían desde la colina en sí de la ciudad, ya nos parecía bien. Lo que sí hicimos fue, un poco más abajo, entrar en una galería de espejos, de esos que distorsionan tu imagen y te hacen largos, chatos o con un cabezón que no cabe en el espejo, y nos echamos unas cuantas risas. Luego volvimos a coger el funicular para bajar y nos recorrimos el antiguo barrio judío. Nos apetecía mucho entrar en alguna de sus sinagogas, con sus antiguos cementerios, pero no nos lo podíamos permitir, ya habíamos gastado demasiado en estos días.






Nuestra visita a Praga finalizó con el Edificio Danzante, construido en 1996 por el checo Vlado Milunic y el estadounidense Frank O. Ghery y destinado a oficinas. Por supuesto le hicimos el merecido mini reportaje fotográfico. Volvimos al hotel y cenamos de nuestras provisiones, conscientes de que poco a poco los días de vacaciones se van acabando y se acerca la hora de volver a casa y a la rutina de siempre.










































18 DE AGOSTO DE 2008


Nuestro próximo y último destino de estas vacaciones es Budapest, la capital de Hungría. Siguiendo las indicaciones del policía con el que hablé ayer en la Plaza Vieja compramos la viñeta en la primera gasolinera que vemos una vez en la autopista y la añadimos a la colección. Volvemos a recorrer la horrible carretera.




Al entrar en Hungría sí nos avisan de la obligación de pagar el impuesto, pero esta vez no hay pegatina para enganchar en el coche, sino que te dan un resguardo que has de llevar encima por si te lo piden. Es un alivio, la verdad porque ya no sabemos dónde pegarla.




En Budapest hace calor, 30º y el tráfico es horrible. Sintonizamos la radio para ver qué tipo de música ponen por aquí y nos sorprende gratamente de que la música es muy buena, al menos para nuestro gusto: house y dance actual en varias cadenas y pop en otras. A través de nuestro GPS buscamos un Ibis, ya que la guía que nos hemos comprado nos aconseja que no pillemos hoteles con pocas estrellas, así que es la opción más fácil. Una vez más tenemos suerte con el alojamiento y nos podemos instalar sin problemas, acto después del cual, nos encaminamos al centro de la ciudad. Lo primero es lo primero y paramos a comer en un Mcdonald's.



Después nos dedicamos a recorrer el centro tranquilamente mientras descubrimos que hay un montón de españoles. No lo esperábamos. Cruzamos el emblemático Puente de las Cadenas, que une el barrio de Buda con Pest por encima del río Danubio. Se pueden hacer paseos en barco, pero nosotros lo descartamos por ahorrar. Nos cae la noche (se nota que estamos más al este porque anochece antes) y como estamos cansados, nos vamos al hotel a cenar y a dencansar.




























19 DE AGOSTO DE 2008






Hemos decidido que hoy nos vamos a dar un homenaje a nosotros mismos y nos vamos a ir a un balneario a relajarnos, que ya nos lo merecemos, y para eso Budapest es la ciudad de los balnearios. Hemos elegido el Hotel Hilton. Los más famosos son los baños Gellert, pero pensamos que alomejor están demasiado abarrotados de gente.




La entrada nos cuesta 12 € para todo el día, tratamientos aparte, aunque nosotros sólo vamos a estar dos horas, para poder aprovechar el resto del día. En realidad no tiene mucho: una amplia piscina interior con el agua bastante fresquita para nadar (un poco demasiado para mi gusto), otra más pequeña con el agua caliente, pensada para estar sentados y por donde te llega el agua a los hombros, aproximadamente y una gran piscina en el exterior, también de agua fresca donde cada media hora conectan unas olas artificiales que parece que estés en California. No veas que olas, claro como aquí no tienen mar...Hay saunas, baños turcos y otros sitios para entrar pero está separada la entrada para hombres y mujeres, y ya que vamos solos, preferimos no entrar. Nos dedicamos a disfrutar de las tres piscinas.




A las 12 abandonamos el balneario dispuestos a seguir recorriendo la ciudad. Hace mucho calor y el estar refrescados por el agua hace más llevadero el paseo. Volvemos al centro y se nos hace la hora de comer, momento en el que encontramos un restaurante con varias especialidades húngaras que no dudamos en probar y del que salimos más que satisfechos. Javi me dice que hay que pensar en la vuelta y cómo la vamos a hacer, ya que de Budapest a Gavà del tirón, imposible. Decidimos que se hará en dos etapas: Munich y Marsella, donde aprovecharemos para ver a la familia. Buscamos un cibercafé para poder buscar alojamiento en Munich, ya que está a más de 800 kilómetros de aquí y lo más seguro es que se nos haga tarde, mejor reservar. Y al buscar hoteles baratos, nos vuelve a salir el etap donde nos alojamos hace un año, en nuestra primera ruta, así que decidimos ir a lo práctico y reservarlo.




Ahora nos dirigimos al barrio judío con sus sinagogas, que como en Praga, tampoco podemos visitar, una auténtica pena.




Y llegamos al Bastión de los Pescadores, edificio digno de Disneylandia, que fue construido en el siglo XIX. Sus siete torres cónicas representan a las siete tribus magiares que conquistaron los Cárpatos y se instalaron en lo que hoy es Hungría. Antiguamente, detrás estaba instalado el mercado de pescado, de ahí su nombre. Es un bonito sitio para pasar el día y desde donde se obtienen unas vistas del barrio de Buda, del Danubio, del Puente de las Cadenas y del Parlamento, que quita el hipo. Se puede acceder a todos los entresijos y es completamente gratis, los edificios están totalmente huecos sin ningún mobiliario ni nada. Nos sentamos a tomar un helado desde una de sus ventanas, desde donde corre una más que agradable brisa que nos alivia el calor, mientras contemplamos las hermosas vistas. Detrás del Bastión está el Barrio del Castillo, con su homólogo y la iglesia de San Matías con su pequeño barrio peatonal. En las inmediaciones de los jardines del castillo había una especie de mercadillo con un montón de productos del país: dulces, pastas, miel, etc, otra vez dominado por nuestras amigas las avispas. Compramos unos cuantos dulces para probarlos, ya que tenían muy buena pinta y no nos arrepentimos en absoluto. También compramos un tarro de miel, que aún conservamos, aunque prácticamente vacío. Ese día debía ser alguna fiesta nacional, ya que, entre otras muchas atracciones había una exhibición de aviones que hacían la bandera de Hungría con el humo.




Por último visitamos el parque de las Estatuas, un museo al aire libre donde se encuentran todas las estatuas del Régimen Comunista. Cuando éste acabó, poco después de la caída del muro de Berlín, retiraron todas las estatuas pertenecientes a esa era, que tantas desgracias había causado y las guardaron durante un tiempo. Posteriormente se creó este museo. Algunas de ellas son impactantes, como por ejemplo una de un hombre al que han disparado y se está cayendo. También se encuentra una de un soldado de aspecto temible que se encontraba al entrar en la ciudad. La entrada solo cuesta el equivalente a 6 € y merece la pena. Una cosa que nos sorprendió fue ver una alusión a la Guerra Civil Española, no entendemos por qué, ya que lo pone todo en Húngaro, claro, y un muro cosido a balazos, que por lo visto era escenario de múltiples fusilamientos. A la salida hay un Avant, el coche típico de la Unión Soviética, cuyo chasis era de plástico.





Y como en tantas otras ocasiones, nos fue cayendo la tarde y posteriormente la noche. Nos dio pena, Budapest fue una ciudad que nos gustó y cautivó especialmente, aunque no sabría decir po qué. Nos quedamos con las ganas de más, pero no podía ser. Nos faltaron varias cosas por ver: la isla Margarita, entre ellas, un bello parque. Pero estamos seguros de que alguna vez volveremos, quizá con más dinero y podremos completar la visita, esta vez sin tener que discriminar sitios a los que entrar por economía.



20 Y 21 DE AGOSTO DE 2008: VUELTA A CASA


Hoy cubriremos la primera etapa de la vuelta a casa cuyo final será Munich. Después de un año, hace ilusión volver a esta ciudad, la cual, como casi todas las que he visitado, guardo un cariño especial. Nos pasamos el día entero en el coche, parando para comer y para estirar las piernas en las áreas de servicio, y el viaje se hace pesado, pero quizás también porque sabemos que las vacaciones se acaban. Aunque este año es diferente: volvemos a NUESTRA casa, así que no tenemos que separarnos al final del camino, como el año anterior. Las últimas horas de camino, ya en Alemania transcurren deprisa, tanto como nuestro coche; de nuevo no hay límite de velocidad. Sobre las 4 de la tarde llegamos al Etap que reservamos el día anterior en el ciber de Budapest y nos instalamos. Aprovechamos para descansar un rato y después decidimos ir a comprar a algún super, ya que hay un montón de embutidos, dulces, salsas y cosas que en España no las hay y a nosotros nos encanta, además es todo muy barato, a precios de Lidl y de buena calidad. Hacemos un buen cargamento de todas estas cosas y nos vamos a pasear por el centro de la ciudad. Nos cae la tarde y decidimos cenar en el centro, a ver qué tal. Elegimos uno de los restaurantes típicos donde los camareros y camareras van vestidos con los trajes regionales, al lado del Viejo Ayuntamiento.



La cena, por 30 € los dos, resulta exquisita. De primero el camarero nos recomendó una gelatina con verduras y carne y unas patatas hechas con una especie de tocino. Estaba buenísimo, pero tengo que reconocer que al final la gelatina acaba cansando un poco. De segundo Javi se pidió cerdo con una salsa. No sé cómo lo cocinaron, pero quedó con una especie de costra crujiente por fuera que nos encantó y yo pedí una especie de plato combinado con varias especialidades, también muy rico. Pero lo mejor sin duda fue el postre, y hoy después de casi dos años, aún lo recordamos con añoranza: se trataba de una especie de bollo redondo, con un montón de salsa de vainilla caliente. Teniendo en cuenta lo golosos que somos los dos, os podéis imaginar lo que lo disfrutamos....Así que estábamos súper contentos: cenamos bien, barato,...qué más se puede pedir. Y nos sorprendió, la verdad, porque en Barcelona por ejemplo en las Ramblas, o en cualquiera de los sitios más turísticos comer ya de por sí es bastante caro, y a veces no muy bueno, porque está más enfocado a los "guiris" que otra cosa, pero combinar barato y bueno, es casi imposible. Por ese precio no cenas en el centro de Barcelona así.


Después de cenar le propuse a Javi de volver a ir a ver el Allianz Arena, como ya sabéis, el Estadio del Bayern de Munich. Tenía curiosidad por saber de qué color sería la iluminación, pero él estaba algo cansado, así que volvimos al hotel.



El día siguiente volvimos a pasarnos el día entero en la carretera y se nos hizo más pesado aún que el día anterior, especialmente a mí. Cuando llegamos a Marsella, nuestro destino, ya no tenía ni culo, se me había quedado plano. Antes de pasar por Marsella, escalamos, como no, en Niza y dimos una vuelta. Al llegar a la casa de la prima Nené, que es así como la llamamos cariñosamente, estaba toooda la familia esperándonos. Fue tan emocionante,... La verdad resulta curioso que, tratándose de familia de mi madre (Nené es su prima hermana), tenga más relación con ella y sus hijos, que con tíos míos que viven en España, pero bueno, como se dice en francés, c'est la vie! Después de la sorpresa inicial, les contamos nuestras vacaciones, les enseñamos las fotos, mientras cenábamos y mi primo Frederic, pobre, después de todo un día entero de trabajo, vino a vernos, y eso que vive a 70 kilómetros de Marsella. Se lo agradezo mucho, él lo sabe.



El único que faltó fue Laurent, que estaba en París trabajando, pero llamó al móvil de su madre para hablar conmigo. Y también Magali, la hija de Nené, que estaba de vacaciones. Todo esto me hizo muy feliz. Después nos fuimos a dormir a la habitación que nos había preparado mi prima. A la mañana siguiente, nos levantamos descansados, después de un sueño reparador, como hacía días que no teníamos, supongo que sin el agobio de tener que ver cosas o de tener que ir a otro sitio. Bueno, sí esta vez, teníamos que volver a casa, pero el viaje era corto: solo 6 horitas. Así que después del maravilloso desayuno que nos prepararon, nos despedimos de algunos, ya que de la mayor parte nos despedimos la noche anterior, antes de que volvieran a sus casas. Y volvimos a casa, previo paro en Narbonne para comer en el Quick, nuestra última comida aquí, hasta por lo menos el año siguiente,... y por fin llegamos a casa con una mezcla de monedas que no veas: Francos Suizos, Coronas Checas y Eslovacas y Florines Húngaros, que guardamos en una caja de recuerdo.



CONCLUSIÓN:




Por unos casi 4.000 € de presupuesto, aunque al final se ha disparado un poco, desde luego que ha valido la pena. Todos los sitios que hemos visitado han dejado una huella especial en nosotros, como siempre, y lo recordaremos con mucho cariño, pero si yo, personalmente, tuviera que decir los que más me gustaron o impresionaron, sin duda serían Königsee, el castillo de Neuchwanstein, las Minas de Sal de Berchtesgaden, el Palacio de Schönbrunn en Viena, Praga y Budapest.



Me encantaría volver a todos los sitios, o casi todos, pero sobretodo Budapest, porque me supo a poco, me hubiera gustado quedarme más, y no sólo eso, sino descubrir mejor el país, no sólo la capital, porque es más difícil conocer a gente y cómo viven. Otra buena experiencia fue las pensiones en las que estuvimos: en la del Sur de Alemania (la que os he puesto la dirección), la de Salzburgo y la de Innsbruck, que nos dieron la oportunidad de conocerles y hablar con ellos en el desayuno, intercambiar opiniones, saber cómo es la vida allí, y sobretodo lo bien que nos trataron en los tres sitios, como si fueramos de la familia. Especialmente en Grainswiesenweg, recomendada por el que en aquel momento era mi jefe.




































domingo, 21 de febrero de 2010

AGOSTO 2008 SUIZA-SUR DE ALEMANIA-AUSTRIA-BRATISLAVA-PRAGA-BUDAPEST

INTRODUCCIÓN

En agosto de 2008 pudimos volver a hacer otra ruta por Europa. Después de la experiencia del año pasado, no había cosa que deseáramos más. Como en abril nos entregaron el piso y teníamos previstos muchos gastos: pintar, amueblar, comprar utensilios diversos para la casa, decorar,... No fue hasta julio, cuando ya hacía un mes que estábamos viviendo allí, que haciendo cálculos vimos que podíamos hacer el viaje sin problemas y empezamos a idear la ruta.

Javi quería ir a Austria, ya que recientemente se había celebrado la Eurocopa y España había resultado ser la campeona, después de muchos y muchos años de decepciones y yo lo único que tenía claro es que esta vez no podía dejar pasar la oportunidad de ver el castillo de Neuchwanstein, uno de los castillos más famosos del mundo y en el cual se inspiró Walt Disney para la Bella Durmiente. El año pasado, nos quedaba lejos de Munich y no nos venía bien, así que no pudimos verlo.

En pocos días, después de muchas horas delante del ordenador para reunir toda la información necesaria y saber los sitios donde queríamos ir, ya teníamos la ruta final: Luzerna (Suiza), Freiburg im Breisgau (Sur de Alemania), castillo de Neuchwanstein (Sur de Alemania), Salzburgo, Innsbruck y Viena (Austria), Bratislava (Eslovaquia), Praga (República Checa) y Budapest (Hungría).

Budapest lo propuso Javi. Y a mí me parecía tan lejano y tan...en el Este...Pero para nada, aunque nos suene lejos, Hungría está en el corazón de Europa, aún algo lejos del Este.

El día 8 de agosto a las 00:00 nos pusimos en camino hacia Suiza, a la ciudad de Lucerna, con nuestra neverita, provisiones y, de nuevo, con las maletas llenas de ilusiones.


8 DE AGOSTO DE 2008


Tras 11 horas de viaje llegamos a Lucerna, ciudad Suiza. Eso sí, previamente en la frontera, hemos tenido que pagar la famosa viñeta. Se trata de una pegatina que has de pegar en la luna delantera del coche y sin la cual no puedes circular por ese país. Es el año de las viñetas ya que en Austria, la República Checa, Eslovaquia y Hungría también se necesitan. Vamos que el único que se salva es Alemania. En el caso de Suiza sólo existe la que es válida para todo un año y cuesta 30 €, así que después del sablazo continuamos el viaje. Y no os preocupéis por si se os olvida no, que nada más entrar en el paso fronterizo ya se te acercan a venderla. Mejor así, porque evitas las posibles multas que te puedan poner por circular sin ella.


El viaje ha sido pesado y estamos muy cansados ya que el día anterior, antes de partir, no pudimos descansar, supongo que debido a los nervios del viaje. Este cansancio ya lo vamos a arrastrar durante todas las vacaciones, pero como sarna con gusto no pica, como muy bien dice el refrán, apechugamos con lo que hay. Echamos una siesta de dos horitas antes de ponernos en marcha, ya que la ciudad es pequeña y la veremos sin problemas en una tarde.

Aún con los ojos pegados (a mí la siesta me ha sentado fatal, estoy más cansada ahora que antes), comemos algo de nuestras provisiones y nos ponemos en marcha. Aparcamos en una calle bastante céntrica y tenemos suerte porque hoy no hay zona azul y no hay que pagar. Lo primero que encontramos es la Kapellbrücke, que es el principal icono de la ciudad, junto con la escultura del león. La Kappellbrücke y el Spreuerbrücke son dos puentes que pasan sobre el río Reuss y a través de los cuales se accede a la ciudad antigua. El primero es un puente de madera muy antiguo, ya que data del sigo XIV. Está lleno de pinturas realizadas por un artista Suizo del siglo XVII para ilustrar la historia de Lucerna, pero en 1993 un incendió las destruyó casi todas. Atravesar este puente de 200 metros de longitud es una verdadera delicia. Tiene también una torre, la cual sirvió antiguamente de prisión, de defensa y como archivo, a demás de otras cosas llamada la Torre del Agua o Wasserturm, pero nosotros no subimos.


La moneda oficial del país es el franco suizo. No hay ningún problema para cambiar en cualquier banco o caja, pero nosotros preferimos cambiar ya el dinero en España por si caso, aunque casi ni se necesita porque se puede pagar en todas partes con €.


Al acceder a la ciudad antigua nos encontramos con el antiguo ayuntamiento, varias pequeñas plazas y callejuelas entramadas.


La calle Denkmalstrasse nos conduce al León de Lucerna en el parque Lowëndenkmal. Este gigantesco león moribundo rinde tributo a los soldados suizos que servían en la Guardia Real de los reyes franceses y que murieron víctimas de la Revolución Francesa. Está en un bello paraje. Justo al lado está el jardín de los glarciares, con el museo y la sala de espejos granadinos, todo en un recinto cerrado, pero no pudimos entrar porque lo acababan de cerrar. Subiendo una pequeña pendiente, queda una parte de la vieja muralla de la ciudad. Se puede acceder gratis y si camináis por ella podréis ver unas magníficas vistas de la ciudad. Después nos encontramos con varias tiendas de souvenirs que no dudamos en visitar para comprar recuerdos (obviamente cayó una bufanda de la selección suiza, ya que en Lucerna no hay ningún equipo de fútbol famoso).



Luego cogimos el coche y nos fuimos hacia Zurich, la capital financiera del país, que no la capital oficial, que es Berna. A zurich ya llegamos al atardecer y estaba oscureciendo, así que nos dedicamos a pasear por el centro, mirar tiendas y cenar en una agradable terraza. Se está bien, aunque yo llevo mi manguita fina.


La vuelta al hotel fue una pequeña odisea. No sabemos por qué, para ir fuimos por una especie de autovía pero para volver, el GPS, nos manda por una carretera nacional, o ni eso. Para colmo estamos en reserva y no hay ninguna gasolina. Cuando por fin encontramos una, es de esas de autoservicio, no la atiende nadie y cuando vemos el precio del litro de gasoil nos asustamos tanto que salimos de alli corriendo: ¡2 €! Al final llegamos al hotel sanos y salvos, aunque nos paramos a pensar una cosa: el precio del gasoil no estaba en euros, sino en francos suizos, vaya equivocación. Bueno da igual, pondremos gasolina mañana. Nos pegamos una ducha y nos vamos a dormir.


9 DE AGOSTO DE 2008


Nuestro próximo destino es Freiburg im Brisgau, que es la capital de la Selva Negra, en el Suroeste de Alemania, pero antes pasaremos por Basilea, la ciudad de Roger Federer, para dar una vuelta. En Basilea no tenemos más remedio que aparcar en un parking, en pleno centro histórico. Durante un par de horas recorremos su casco antiguo repleto de tiendas de ropa a muy buen precio y souvenirs. Javi se compra la camiseta del Basilea y la bufanda. Lo que no sabíamos es que algunos meses despúes este equipo se enfrentaría con el Barça en la liguilla de la Champions. Aprovechamos para comer algo de la gastronomía local, muy sabrosa a buen precio y al rato nos encontramos en la Marktplatz, donde también está el antiguo ayuntamiento y un pequeño mercadillo. Ya nos vamos hacia Freiburg.



Llegamos a Freiburg a las 5 de la tarde, dejamos las cosas en el hotel y nos encaminamos rápidamente hacia el centro de la ciudad. Son ya las 6 de la tarde y las tiendas están cerradas, así que no podemos comprar ni postales ni nada. Empezamos a recorrer el centro de la ciudad, con su, como no, antiguo ayuntamiento. Hay un par de cervecerías abiertas con gente en las terrazas, pero en general el ambiente está muerto. Un rato más tarde vemos un subway y decidimos zamparnos un bocata, pero el local está infestado de avispas y es una pesadilla comer allí. Suerte tenemos de que no nos pican. En un parque al lado nos tomamos un helado y resulta también horroroso porque no nos dejan en paz. Anochece y nos vamos al hotel. Ha hecho hoy un día espléndido y mucho calor.













10 DE AGOSTO DE 2008


Hoy hace otro día espléndido, el día ideal para uno de los platos fuertes de las vacaciones, al menos para mí: el castillo de Neuchwanstein. Mi corazón da saltos de alegría ante tal ilusión. Aunque son menos de 300 kilómetros lo que nos separa del hotel al castillo, las carreteras son estrechas y no hay autovía ni autopista, por tanto no se puede correr. Al final vamos un poco de rally porque tememos no llegar a tiempo, ya que tenemos las entradas reservadas para la 1 de la tarde pero hay que estar una hora antes. Esto nos pasa porque hemos vuelto al centro a comprar postales y la bufanda del equipo como no, y al final se nos ha hecho tarde.

El camino es una auténtica pasada: prados de un verde florescente, envuelto por majestuosas montañas y de vez en cuando alguna casita estilo Heidi con sus geranios, haciendo contraste con el paisaje. Queremos parar a hacer fotos, pero no hay ningún sitio en el que poder apartarse sin molestar y además vamos mal de tiempo. Por fin llegamos al pueblo, por llamarlo de alguna manera, y nos obligan a aparcar en un enorme parking de tierra. Por suerte es gratis. Entonces veo el castillo y me parece como si de un sueño se tratase. Tantas veces he soñado con verlo... Le hago una foto a él y al otro castillo que hay más cerca.Deprisa, nos encaminamos a las taquillas con la reserva de las entradas en mano. Menos mal, hemos llegado bien y entonces nos llevamos literalmente las manos a la cabeza con la interminable cola que vemos ante nuestros ojos. Afortunadamente veo un cartel donde pone "recogida de entradas reservadas" o algo así y no hay nadie. Nos hemos evitado una cola de dos horas por lo menos. Nos dan nuestros tickets y nos explican que hagamos cola para subir en el coche de caballos que nos llevará arriba al castillo, o bien que vayamos caminando hacia allí. Vemos que la cola para coger los coches de caballos es también bastante extensa y como el castillo se encuentra solo a media hora caminando, decidimos ir a pie. La cuesta es bastante empinada y hace calor, por lo que resulta un poco cansino, pero llegamos sin problemasy aguardamos a que sea nuestro turno para entrar.



Al castillo se accede por grupos. El guía te lleva a través de las diferentes estancias mientras la audioguía te explica la historia del castillo. Te da la impresión de que la visita es rápida, ya que por ejemplo en Versalles y otros palacios puedes visitar el palacio a tus anchas, pero aquí es distinto así que hay que adaptarse. Justo en la entrada hay una máquina que lee los tickets y hasta que no es justo la hota que te marca en el billete no te deja pasar. Una vez que puedes pasar has de hacer cola y cuando hay unos 20 o 30 el guía pasa a recoger el grupo.







El castillo por dentro, como era de esperar, es precioso, aunque con una decoración muy diferente de la que vimos en Versalles o en Charlottenburg (Berlín). Perteneció a Luis II de Baviera, apodado el Rey Loco, ya que vivió siempre recluído en sus castillos y nunca se casó ni tuvo descendencia. Además se pasaba las noches enteras leyendo en su escritorio sin ni siquiera acostarse. Era un ser excéntrico, debido seguramente a su estricta educación y a su dificultad de relacionarse con los demás. Lamentablemente, el rey no pudo ver terminado el castillo, ya que murió repentinamente antes de que concluyeran las obras. Lo encontraron ahogado en extrañas circunstancias en un lago cercano. Por desgracia, en el interior no dejan hacer fotos, pero yo he puesto alguna de Internet para que os podáis hacer una idea. A parte de una capilla, la sala donde el rey se reunía con la corte para tomar las distintas decisiones de gobierno y la propia alcoba del monarca, hay una gran cocina perfectamente conservada. Las vistas que se ven desde las ventanas del castillo nos dejaron sin palabras, y más en un día como aquel, tan nítido. Nada más que se ven prados verdes y los Alpes.

Cuando el guía nos devolvió a la entrada del castillo, lo bordeamos y seguimos hacia arriba para ir al Marienbrücke, un puente colgante desde el que se tiene una buena perspectiva del castillo, aunque cuando fuimos nosotros estaba lleno de andamios. La verdad que impresiona porque está alto y estaba tan lleno de gente que pensamos que se iría abajo en cualquier momento, aunque nada de esto pasó.







Varios miles de fotos después iniciamos el camino de vuelta. Ya había cumplido otro de mis sueños, ver este hermoso castillo, que tan inaccesible parece en las fotos. En frente del parking encontramos unas mesas de madera y un restaurante donde servían comida a muy buen precio y decidimos comer, ya que eran más de las 3 de la tarde y estábamos hambrientos. Sólo había una especie de Bratswurt gigante y pollo asado con la costa crujiente, servido con patatas fritas y ketchup al curry. Estaba absolutamente delicioso. Después nos encaminamos al hotel, que estaba a 50 kilómetros a instalarnos y descansar. El hotel estaba en una aldea, porque no habrían más de 20 casas juntas y creo que estoy exagerando. Era rústico, todo de madera y muy bonito. Muy cuco. La cena la hicimos en la habitación con nuestras provisiones.





11 DE AGOSTO DE 2010




Hoy también tenemos suerte con el tiempo. Hace un día precioso de nuevo. Después de desayunar el rico desayuno del hotel, le pido al recepcionista un favor. Vamos a visitar las Minas de Sal de Berchtesgaden y como quizás llegamos con el tiempo justo no quiero quedarme sin entradas y le pido que me las reserve para las 12. Él lo hace amablemente y yo correspondo con una propina, faltaría más. Él me dice que no tenía por qué, pero qué menos.




Nos despedimos de este bello lugar y partimos hacia Berchtesgaden. Vamos directos a las minas de sal, para que no se nos pase la hora de las entradas. Al llegar hay muy poca cola, qué bien. Nos dan un mono oscuro a todos que nos debemos poner por encima de nuestra ropa y enseguida aparece un trenecito en el cual nos tenemos que sentar a horcajadas. Enseguida a bastante velocidad, se adentra en la tierra por un hueco estrecho y casi en la total oscuridad. Tras dos kilómetros, el tren se detiene, la gente baja y el guía nos da las intrucciones para tirarnos por un largo tobogán para poder bajar a la galería desde donde empezaremos la visita. Resulta muy divertido tirarse por el tobogán y los niños y los no tan niños disfrutamos de lo lindo con esto. Después el guía nos pregunta de qué países somos y nos va poniendo al lado del altavoz de nuestro correspondiente idioma para que nos explique las cosas de la mina. Por suerte está en español y debemos ser los únicos, ya que el resto son alemanes. Luego de atravesar varias galerías con las explicaciones de cómo extraían la sal, volvemos a tirarnos por un tobogán. La mina ya no está en activo, ahora se ha convertido simplemente en una atracción cultural, pero es nuy interesante y muy bonita de ver. De vez en cuando tocamos las paredes y nos chupamos los dedos para comprobar la salinidad. Y sí, están muy saladas. Al final del recorrido llegamos a una sala con un vídeo y después nos subimos con el guía en un ascensor que sube los dos niveles que hemos bajado primero con los toboganes. Llegamos entonces a un lago donde hay un barco de madera iluminado con luces, donde nos sentamos. Avanza solo hacia la otra orilla del lago, que está cerca y desembocamos de nuevo en el tren que nos lleva de nuevo a la entrada. Al salir nos regalan un pequeño botecito con sal de la mina a cada uno que yo todavía conservo, casi dos años más tarde.




Nos encaminamos hacia nuestro alojamiento. Esta vez nos vamos a alojar en una casa familiar que alquila sus habitaciones. Me la reservó el que entonces era mi jefe, Michael, que es nativo de la zona, y por lo visto la casa es de algún pariente suyo o amigos de la familia. La casa es la típica casita de madera, parecida a la de la Heidi, llena de geranios rojos y naranjas en los balcones. La señora de la casa nos recibe con el típico traje bábaro, el traje que llevan las mujeres en la Oktoberfest de Münich, que por lo visto lo llevan todas las mujeres que viven y trabajan en el campo. La habitación tiene baño privado, una pequeña mesita, tele y cuesta 40 € con desayuno la noche. ¡Es perfecto! Aprovecho para practicar un poco mis nociones de alemán y me pongo a hablar con la señora de la casa. Le digo que vamos a visitar Königsee, un lago que hay a pocos kilómetros de allí y me dice que es un lugar precioso y que nos encantará.


Después de instalarnos, decidimos buscar algún supermercado, ya que estamos algo escasos de provisiones. A poco kilómetros con el coche encontramos un pequeño centro comercial y rellenamos nuestra despensa. También nos comemos una pizza en un bar que hay allí, y después de volver al hotel para guardar la compra, nos encaminamos a Königsee, paraje que se encuentra en el pueblo de Berchtesgaden.


Pasamos por al lado del pueblo de Berchtesgaden sin detenernos. Se ve que es muy bonito y pintoresco, pero no queremos llegar tarde al parque de Königsee. Enseguida llegamos, gracias al GPS y a las numerosas indicaciones que hay por el camino. No tiene pérdida. Al entrar en el parque hay como un pequeño peaje donde pagando un precio mínimo, (no recuerdo bien pero creo que 3 €) tienes el aparcamiento para dos días. Dejamos el coche y empezamos a caminar por unas calles empedradas repletas de souvenirs, hoteles, hostales y resturantes. Están bien preparados para el turismo por lo que se ve. Hay bastante gente pero tampoco es agobiante. Nos encaminamos hacia el embarcadero y consultamos el horario de los barquitos que hacen la travesía del lago. En 15 minutos zarpa otro. Compramos los billetes de ida y vuelta y embarcamos. (Creo que cuesta 10 € el trayecto ida y vuelta, como mucho, porque creo que es más barato). El sitio es de una belleza exquisita. Es parecido a un fiordo. Un lago estrecho y largo se extiende tierra adentro con las montañas alrededor haciendo de pared. Mide 7,7 km de largo y la zona más ancha es de 1,7 km. El nombre significa literalmente "El lago del Rey" y vuelve a hacer referencia al Rey Luis II de Babiera.



Es precioso, le agradezco a Michael que me aconsejara venir, me hubiera arrepentido mucho si me lo hubiera perdido.El barco sale por fin y Javi va haciendo fotos por doquier, tan maravillado como yo. Al tratarse de un parque natural, los barcos son eléctricos para no contaminar el agua de color esmeralda. Cuando ya hace un rato que hemos partido, el barco se detiene. Entonces el capitán saca una especie de corneta y la toca desde la cubierta del barquito y, sorprendentemente, unos segundos después, el eco de la música le es devuelto. Ese silencio, esa paz, esa quietud, es algo realmente relajante y bello.

Un rato después vemos una isla con una pequeña iglesia y un embarcadero. El barco para y nosotros decidimos bajar para explorar la isla. Se trata de la Isla de San Bartholomä con la capilla que tiene el mismo nombre. Hay numerosos rutas para realizar desde aquí que hacen las delicias de los amantes del senderismo. De hecho, vemos mucha gente que hace senderismo. La capilla es minúscula, pero bonita. Al lado hay un pequeño kiosko con souvenirs y un bar-restaurante. Me muero de sed y pido un agua bien fría y cuando le pido el primer trago...¡EEQQSSS! Es con gas, resulta que allí el agua sin gas no existe, y debe ser cierto porque nos ha costado horrores encontrarla en el supermercado. Como eso no hay quien se lo beba, pido una coca-cola y me la tomo tranquilamente en la terraza mientras admiro el deslumbrante paisaje. Luego de caminar un rato por la isla, volvemos a coger el barco que nos llevará de vuelta al embarcadero. Si fuera un poquito más pronto podríamos coger otro barco que continua la ruta, pero ahora ya todos son de vuelta. Tampoco pasa nada, hemos visto más del 70 % del lago. Cuando volvemos ya está oscureciendo y las tiendas que hemos visto al llegar están casi todas cerradas, aunque pillamos por suerte alguna abierta y compro algunas postales. Este sitio es maravilloso.



También hay un telesférico que se puede coger para subir a las montañas y divisar una bella panorámica del lugar, pero esto lo haremos mañana. Hora de volver a la pensión. Cenamos con nuestras provisiones y a dormir.

12 DE AGOSTO DE 2008


Tomamos un exquisito desayuno preparado por la señora de la casa que consta de panecillos alemanes recién hechos, embutidos, mermelada casera, leche, zumo natural de naranja y un huevo cocido. La cocina de la casa es tan...auténtica. Mientras desayunamos, ella me pregunta por las minas de sal y Königsee y le digo que nos ha encantado. Después de charlar y recoger nos vamos de nuevo a Königsee, esta vez para subir al telesférico que ayer nos quedó pendiente. Me despido de la señora que nos ha tratado como de la familia y le prometemos que si algún día volvemos por la zona nos alojaremos allí y que lo recomendaremos a todo el que conozcamos. De verdad os lo aconsejo. Aquí os pongo la dirección por si os interesa y una foto del exterior para que veáis como es: HAUS UNTERGRAINSWIESSEN Grainswiesenweg, 5 Bischofswiessen telf. 0049 08652985848






Cogemos el telesférico que consta de cabinas para cuatro personas máximo para ir sentadas. Si no recuerdo mal el precio es de 9 € ida y vuelta. El paraje que se ve desde la cabina es magnífico y a lo lejos se divisa una casa en el pico de una montaña. Se trata del Nido de las Águilas, la residencia de verano de Hitler, ahora convertida en museo y restaurante. El telesférico tiene dos paradas, la primera no la hacemos pero la segunda sí. Desde ahí empiezan varios caminos para hacer senderismo y hay un bar. Aunque hoy también tenemos la suerte de que el día es espectacular aquí arriba hace viento y es frío por lo que tengo que ponerme el jersey. Caminamos un rato hasta una cruz de hierro que se ve y un poquito más arriba tenemos unas perspectivas del lago que nos deja absolutamente flipados. Estamos tan altos aquí arriba que los barcos son unos simples puntitos. Luego de hacer un montón de fotos para la cole, deshacemos el camino y cogemos la cabina de vuelta.



Ahora ponemos rumbo a Salzburgo, ya en Austria, que está a sólo 15 kilómetros de aquí. Aunque aún nos encontramos en Alemania está prácticamente en la frontera austríaca. Enseguida encontramos carteles en los que nos recuerda la compra de la viñeta y paramos en la primera gasolinera para comprarla. En Austria existe la de una semana, un mes y un año, así que adquirimos la de una semana, que cuesta unos 8 € y la añadimos a la colección que iniciamos con la de Suiza.




Cuando llegamos a Salzburgo está nublado pero hace calor. Hoy es el primer día que no tenemos nada reservado, así que hay que empezar a buscar alojamiento. A las afueras vemos una pensión y pregunto. 60 € con desayuno y hay habitaciones libres, así que nos instalamos. Tenemos incluso un pequeño balconcito, pero cubierto. Llegamos al centro pero tenemos problemas para aparcar. No hay sitio y vemos un parking al aire libre. Hacemos cola y por fin podemos entrar pero...No hay ni un solo sitio libre. El coche que va delante nuestro empieza a dar marcha atrás, marcha atrás hasta que nos da un pequeño golpe y eso que le hemos avisado con el claxon. El dueño del flamante BMW resulta ser un rumano, de unos 50 años, que chapurrea el inglés y el alemán. Como podemos, nos entendemos con él, admite que ha tenido la culpa. Rellenamos el parte amistoso y charlamos un rato con él. Es muy simpático. La verdad que es curioso: un español y un rumano tienen un golpe en Austria. Tanto él como nosotros tenemos una pequeña rayada en el parachoques, que no damos importancia. Nos despedimos y por fin logramos aparcar.
Para hacer la visita al casco antiguo se ha de cruzar un puente. La ciudad es muy bonita con sus calles empedradas llenas de tiendas, las cuales no dudamos en visitar. Luego, nos dedicamos a buscar un restaurante para comer y decidimos probar alguna especialidad austríaca. Salzburgo es la ciudad donde nació y vivió Mozart y se hayan dos casas, Mozart Geburtshaus y Mozart Wohnhaus. La primera fue en la que nació y vivió hasta los 17 años y la segunda es en la que vivió hasta los 24, trasladándose después a Viena. Nosotros visitamos la segunda, la Wohnhaus, cuyo precio es de 7 €. Aquí también existe audioguía en español, que yo no dudo en coger para que no se me escape nada. Javi, como siempre optará por mis explicaciones. La casa conserva parte del mobiliario de entonces, retratos de los diferentes miembros de la familia, pero básicamente lo que hay son instrumentos que tocaba Mozart, totalmente originales, y las partituras, pudiendo incluso escuchar una parte de ellas si se acciona un botón. Al principio hay una maqueta de la misma y ya al final del recorrido hay una pequeña sala donde se proyecta un vídeo sobre la historia del genio austríaco, aunque no recuerdo muy bien si sólo estaba en alemán o también en otros idiomas. Nuevamente no dejan hacer fotos en el interior.






Ahora seguimos el camino para ir a la fortaleza de Salzburgo, o Festung Hohensalzburg, que se encuentra en lo alto de una colina. Se puede ir caminando cuesta arriba desde el casco antiguo y se tardan unos 15 o 20 minutos o bien se puede coger un funicular que te lleva. Nosotros, una vez más, decidimos hacer ejercicio y pasamos del funicular y de los 7 € que costaba el viaje de ida y vuelta, incluida la entrada a la fortaleza. Pero eso sí llegamos arriba exhaustos porque la pendiente es muy marcada y parecía que nunca se acababa. Cuando llegamos a la taquilla pensamos que ya por fin tocaba terreno llano, pero ni por esas. Después de pagar los 6 € que costaba la entrada, pasamos al patio para poder comenzar la visita. Al salir a éste, a la izquierda lo primero que encontramos es una armería. Accediendo a ella por las escaleras, se encuentran muñecos de cera interpretanto varias escenas. Una de ellas es un herido de guerra y varios doctores cuidándolos, otra escena es la preparación de una estrategia militar, etc. A continuación hay un pequeño museo de armas y utensilios militares de todos los siglos. Después hay otro edificio donde explica la historia de la ciudad y la fortaleza con diferente mobiliario, utensilios y cuadros. Desde aquí hay unas aperturas donde están puestos los cañones y desde donde se obtiene una preciosa vista del casco antiguo y el río. Por último hay una torre por la que se puede subir y tener también unas buenas vistas de la otra parte de la ciudad con los picos alpinos al fondo. Se ha levantado un viento terrible y parece que en una de esas montañas lejanas se ha formado una tormenta.




A las 6 cierran la fortaleza y como ya es la hora nos encaminamos a la salida. Ahora el viaje de vuelta es muchísimo más agradable y descansado. El final de camino nos lleva a la catedral con sus cúpulas verdes y donde está la pila bautismal donde bautizaron a Mozart en su interior. Como está cerrada no entramos, pero paseamos por los alrededores y nos vamos al Palacio Mirabell, que fue mandado construir por el príncipe-arzobispo Wolf Dietrich para su amante a principios del siglo XVI. El palacio hoy está destinado a la sede del ayuntamiento, por tanto no se puede visitar por dentro, pero tiene unos maravillosos jardines con la fuente de pegaso, entre otras que vale la pena visitar. Después cogemos el coche para ir a un parque que está a las afueras de la ciudad y que nos han recomendado desde la oficina de turismo. Por el camino vemos el memorial ruso (muy parecido al que hay en Berlín, aunque este es más grande) y varias estatuas y esculturas que dominan plazas y rotondas. El parque, cuyo nombre no recuerdo, es grande sí, pero tampoco es nada del otro mundo. Es mucho mejor Los Jardines de Luxemburgo o el Parque de las Tullerías, ambos de París o el Vondelpark de Ámsterdam. Tiene una buena parte dedicada a los niños y al deporte con buenas instalaciones. Al final, hay un gran lago con patos y nos dedicamos a descansar sentados mientras les damos comida y la tarde va cayendo sobre nosotros. Es la hora de volver a la pensión para cenar, darnos una ducha y descansar.




13 DE AGOSTO DE 2008


Nuestro querido Mazda 6 hoy nos llevará a Innsbruck, la capital del Tirol. Cuando llegamos allí está nublado, llueve y hace 16º de temperatura que incita a ponerte la chaqueta. Lo primero encontrar alojamiento, a ver si tenemos suerte y encontramos otra pensión, ya que es más barato que un hotel, la atención es genial y los desayunos ni os cuento...Nos acercamos a las afueras y al lado de un hermoso campo de girasoles encontramos un sitio para dormir, como siempre con baño privado y desayuno, aunque es un poquito caro 70 €. Pero bueno, nos quedamos.


Nos vamos al centro de la ciudad. Está llenísimo de gente, sobretodo italianos, aunque nos cruzamos con algún español para no variar. De momento en el único sitio donde no hemos oído hablar en español es en las Minas de Sal de Berchtesgaden y en Königsee. Tiene un montón de tiendas de souvenirs, y como ha sido recientemente la Eurocopa que se ha celebrado allí, tienen mucho que ver con el fútbol. Caen las primeras fotos, las primeras postales y la bufanda del equipo Tirol de Innsbruck para la colección de Javi. También compramos un osito pequeño de peluche que si le apretas canta el típico canto tirolés.




En la parte antigua de Innsbruck encontraréis edificios con preciosas fachadas barrocas y rococós, bastante recargadas. Entre ellas encontramos la Casa del Tejado de Oro, que alberga un museo con obras de arte principalmente religiosas. Lo que nos llama mucho la atención es que en las tiendas hay muchísimos adornos de navidad, aunque aún falta mucho tiempo para ella. Son preciosos y lujosos, y obviamente caros. Debe ser precioso todo esto en navidad.



Como es la hora de comer, decidimos ir a la pensión a comer de nuestras provisiones y descansar un rato. Por la tarde primero vamos a visitar el tobogán desde el cual se hacen saltos alpinos en invierno, dado que Inssbruck ha sido más de una vez sede de los juegos olímpicos de invierno. Está en las afueras de la ciudad rodeado por un parque y la entrada es gratuita. Hacemos fotos, leemos los carteles que explican un poco su historia y capacidad (aunque no lo parece en la grada caben miles de personas) y también Javi hace algún vídeo. Vemos un pequeño funicular que sube hasta arriba, desde donde se hacen los saltos. Tiene que haber buenas vistas desde ahí, pero como no sabemos si hay que pagar o qué lo descartamos. Luego nos vamos a las afueras de la ciudad, hacia los Cristales de Swarovsky, un bonito museo donde se exponen numerosas piezas realizas por este artista. El parking, gratuito, está repleto de coches y autocares y nos cuesta encontrar sitio. La entrada al museo es muy bonita, tiene incluso una figura hecha de césped, por cuya boca sale una bella cascada, pero la entrada es cara, unos 12 € por persona, total para ver estas piezas que probablemente se puedan ver en las tiendas de la misma marca. No entramos, pero paseamos por unos jardines que hay alrededor y donde hay varias pequeñas exposiciones gratuitas. Después de esto, decidimos volver al centro de Innsbruck para terminar de pasar la tarde y volvemos a la habitación donde cenamos y descansamos hasta el día siguiente.

14 DE AGOSTO DE 2008


El desayuno vuelve a ser casero y delicioso, muy bien atendido por la señora de la casa. Antes de coger el coche hacemos unas cuantas fotos al campo que tenemos de girasoles enfrente, cuyo color verde hace contraste con las montañas llenas de niebla del fondo. Hoy también está nublado.



Partimos hacia Viena, nuestro próximo destino. Al llegar a la ciudad, hace sol, un día totalmentedespejado y 30º de temperatura, totalmente distinto a nuestra visita anterior. Enseguida encontramos un Etap a las afueras de la ciudad y preguntamos por la habitación, que sale a 50 € sin desayuno. Hay sitio, así que nos instalamos.








Luego nos vamos al centro de la ciudad y comemos en un McDonald's. Recorremos las calles peatonales donde están todas las tiendas de ropa internacionales (Bershka, etc) y poco más adelante las de marcas exclusivas. Vemos la Stephansdom (Catedral de San Esteban) por fuera, con su peculiar mosaico en el tejado, el Hofburg (donde residió la emperatriz Sisí), el Museo de Historia, la Karlskirche o Iglesia de Carlos, el barrio de los museos, pasamos por la ópera, etc. Nos pasamos la tarde entera viendo todos los monumentos del centro de la ciudad pero sólo por fuera. A estas alturas el presupuesto está ya un poco maltrecho y hemos de elegir entre unos sitios para visitar y otros y yo prefiero ver mañana el Palacio de Schönbrunn, donde Sisí también pasó algunas temporadas.






Cuando ya nos hemos pateado todo el centro, cogemos el coche y nos vamos al Estadio Ernest Happel, donde España ganó la final de la Eurocopa. Está abierto pero no nos dejan pasar porque están haciendo obras, así que hacemos una foto desde fuera. Nos sorprende el atardecer paseando por sus alrededores y por un centro comercial cercano. Esta noche también cenaremos en el hotel.


15 DE AGOSTO DE 2008


Vamos a basar el día de hoy a visitar el Palacio Schönbrunn, o Palacio de la Fuente Bonita en español. El día amanece nublado, aunque hace calor. Aparcamos en el parking de fuera, esta vez es de pago y nada barato. Hacemos la cola para comprar los tickets. Hay varias entradas diferentes: unas son solo para ver el palacio, otras tienen acceso al palacio y los jardines que lo envuelven, otra más, a parte de esto tiene entrada al Zoo de la ciudad, que está también ahí dentro y luego hay otra más que aún engloba más cosas pero no me acuerdo. Estas dos últimas sirven para dos días o tres. Lo bueno en Alemania y Austria es que hay precios muy económicos para familias. Incluso se podría decir que sale mucho más barato ir en familia que en pareja, pero nosotros solo somos dos, así que no tenemos descuento. Escogemos la entrada que nos da derecho a visitar el interior del palacio y los jardines y edificios colindantes. El precio es aproximadamente unos 18 €.


Como viene siendo costumbre en estas vacaciones está prohibido hacer fotos en el interior, así que estas fotos que os pongo aquí son de Internet.


Este opulento palacio fue terminado en 1700 y la emperatriz Maria Teresa pasaba allí las temporadas de verano y se encargó de su ampliación y decoración, que a veces resulta demasiado recargada. Nuevamente nos quedamos admirados ante tanto lujo y sus arañas de cristal, mobiliarios, tapices, cuadros y techos, todo con mil y un detalles. La llamada Sala de los Espejos es una gran y bella estancia donde se celebraban bailes y donde Wolfang Amadeus Mozart ofreció su primer concierto a la realeza con apenas 6 años. Como curiosidad, os cuento que en el Gabinete Rendondo Chino, otra de las salas, hay una mesa redonda. Esta mesa podía subir y bajar a través del suelo para servir la comida, para que los criados no interrumpieran las reuniones. Otra cosa que me llama la atención es una mesa enorme como las que salen en las películas perfectamente puesta con todos los detalles como si se fuera a celebrar alguna comida.




En los jardines está la Fuente de Neptuno, por la que debe el nombre el palacio, un laberinto, la casa de palmeras y la Glorieta. Desde ella, las vistas de Viena son impresionantes. Al final de nuestro recorrido tenemos acceso también a un pequeño local donde se hace cada 15 minutos una demostración de cómo se prepara el famoso Apfelstrudel y donde puedes hacer una pequeña degustación de esta famosa tarta hecha con manzanas. La sala donde se efectua esta presentación es una cocina con pequeñas mesas como en una cafetería. Y empieza la demostración. Primero explican los ingredientes que lleva y van haciendo la mezcla y la pasta mientras explican cómo se hace. Al final la hornean y van pasando por las mesas dando un pedazo a cada uno. Está muy bueno, pero a mí me resulta un poco empalagoso. Al salir nos dan la receta del Apfelstrudel y puedes comprar en la tienda.


Nos hemos pasado la mañana entera visitando el palacio. Son las 2 de la tarde y decidimos ir al vecino país de Eslovaquia para visitar su capital, Bratislava que se encuentra a tan solo 80 kilómetros de aquí, ya que no nos queda mucho más por hacer en Viena.


Pagamos la viñeta de rigor para poder acceder al país y en poco nrato ya estamos en Bratislava. Lo prim ero que nos sorprende es que cuando encendemos la radio del coche para ver qué música hay por estos lares, nos sale una canción del grupo Dominicano Aventura. Bratislava es pequeñita y a parte del casco antiguo, muy pintoresco por cierto, hay poco o nada para ver. Cambiamos unos cuantos euros en la primera casa de cambio que vemos, ya que la moneda oficial es la Corona Eslovaca pero pronto nos damos cuenta de que no hay problema en pagar con €. Buscamos un sitio para comer, que ya hace rato que hay hambre, y decidimos probar una especialidad del lugar, que se trata de carne con una salsa exquisita. El día se está poninedo muy oscuro y se levanta un viento algo fresco, pero parece que de momento la lluvia nos va a respetar. Después nos dedicamos a pasear por sus calles peatonales hasta la plaza central, donde hay un montón de puestos de souvenirs. Entres sus calles hay una estatua de hierro muy curiosa, un hombre saliendo de una alcantarilla. Así pasamos la tarde y nos lo tomamos con muuucha calma.



Al volver al coche vemos el castillo de la ciudad, que se parece bastante al de Salzburgo. Imaginamos que debe ser parecido y además el camino parece peor que el de allí, así que obviamos la visita y nos volvemos a Viena.





Cuando llegamos a Viena son más de las 7 de la tarde y vamos derechos a ver la Hundertwasser Haus, un edificio que creó el arquitecto con el mismo nombre con formas curvas y vivos colores. Destinados a viviendas para gente, se inaguró en 1985 bajo un nuevo concepto arquitectónico que relacionaba ecologismo y bienestar. Hacemos unas cuantas fotos a esta peculiar fachada y se hace la hora de irnos a cenar y descansar. Nuestro próximo destino es Praga.