5 DE AGOSTO DE 2009
Esta vez la salida sería a una hora más "humana", entre 7 y 8 de la mañana, ya que para ir a Cannes no necesitábamos tantas horas. Esta vez la maleta llevaba una ropa mucho más ligera, más veraniega, varios bañadores,...Sabíamos que esta vez las vacaciones iban a ser un poco más cálidas, y vaya si lo fueron, porque nos hartamos de sudar todos los días. Y por supuesto cargados de provisiones, para ahorrar más y sin separarnos de nuestra indispensable neverita que tan bien nos va siempre para guardar la comida, y esta año más que nunca, para conservar las cosas fresquitas.
Esta vez la salida sería a una hora más "humana", entre 7 y 8 de la mañana, ya que para ir a Cannes no necesitábamos tantas horas. Esta vez la maleta llevaba una ropa mucho más ligera, más veraniega, varios bañadores,...Sabíamos que esta vez las vacaciones iban a ser un poco más cálidas, y vaya si lo fueron, porque nos hartamos de sudar todos los días. Y por supuesto cargados de provisiones, para ahorrar más y sin separarnos de nuestra indispensable neverita que tan bien nos va siempre para guardar la comida, y esta año más que nunca, para conservar las cosas fresquitas.
El día 5 de agosto amaneció un hermoso y soleado día, que ya no dejaría de acompañarnos en los 15 días de viaje. Emprendimos el camino.
La primera anécdota del viaje ocurrió poco antes de cruzar la frontera con Francia. Íbamos en el coche y alguien nos pitó, me giré y resultó ser mi tía. La llamé para saber qué hacían por allí, se vé que se iban un par de días a Carcassonne. Le conté nuestra aventura y después de despedirnos cada uno siguió su camino, pero no dejó de ser casualidad que precisamente allí nos encontráramos.
Llegamos a Cannes sobre las 2 o las 3 de la tarde. Se trataba de un Ibis a las afueras que nos costó solo 50 €. Nos pusimos el bañador y nos fuimos a Niza. Lo primero comer en el Quick, como manda la tradición y pasear por sus calles llenas de turistas. Después nos pegamos un agradable baño en sus aguas azul turquesa que cubren enseguida, aunque estar en la toalla es de lo más incómodo ya que no hay arena, sino cantos rodados de río, bastante grandes además. Cuando nos secamos decidimos ir a Mónaco. En las vacaciones de 2007 ya pasamos por ahí pero no logramos aparcar, así que lo vimos de pasada. Tuvimos la suerte de poder aparcar gratis, allí en Montecarlo que todo es tan de lujo y parece que hay que pagar hasta por respirar. Nada más que habían cochazos, tiendas de ropa carísima y gente de pasta que se olía a leguas. Y nosotros allí, mezclados entre esa gente. Cayó la primera bufanda del viaje: la del Mónaco y Javi se hubiera comprado gustoso la camiseta, pero el precio era excesivo, creo recordar que rondaba los 100 €. Él no paga eso ni por una de su querido Barça, así que a la camiseta que le den.
Cuando volvimos a Cannes ya eran las 8:30 de la tarde y pensamos que todo iba a estar ya bastante muerto, así que nos fuimos al hotel a descansar, ducharnos y a cenar de nuestras provisiones. Había que reservar energías para las caminatas que nos aguardaban los dos días siguiente en Venecia. Antes de partir Javi me había regalado un portátil por mi cumpleaños y empecé a escribir mails a la familia y a mirar cosas. Después me releí por encima la guía de Venecia para organizar la visita.
6 DE AGOSTO DE 2009
Otro día soleado nos acompaña. A cosa de las 3 llegamos al Hotel Piave en Mestre, no justo en Venecia. Leímos bastantes opiniones de este hotel que no eran nada halagüeñas, pero aún así decidimos cogerlo porque se encontraba muy cerca de la estación de tren. Para nosotros que llevábamos coche era muy complicado penetrar en la ciudad de las góndolas con él, por lo que ésta era la mejor opción. Nos costó 55 € por noche desayuno incluido más 10 € por día de parking. El desayuno no era gran cosa, los muebles del hotel eran viejísimos, la tele se estropeó poco después de encenderla y la ducha consistía en un grifo que sobresalía de la pared al lado de lavamanos (lo que me recordó al hotel de Roma, cuya ducha era igual), y claro, cada vez que nos duchábamos se llenaba todo de agua, pero a nosotros ya nos estaba bien. La situación del hotel era genial, a 5 minutos andando teníamos la estación de tren, y a 2 minutos la parada de autobús. Nosotros nos decidimos por el tren. Cada 3 o 4 minutos pasa un tren para Venecia, a la cual se llega en menos de 10 minutos. Los viajes valen 2 € ida y vuelta.
Cuando llegamos al hotel comimos de nuestras provisiones y Javi se echó un rato. Yo preferí seguir leyendo la guía. Después nos fuimos a Venecia.
El tren nos dejó justamente al lado de la plaza de Roma, ya tiene una salida directamente a los canales. Aaaahh Venecia, tan romántica, tan ideal, había soñado tantas veces con estar allí... Empecé a empaparme de ella nada más llegar y Javi, a hacer fotos claro está, que para eso se le dan tan bien. Pronto llegamos al Puente de Rialto y fuimos pasando más y más canales, mirando todas las calles, estrechas y no tan estrechas, todas las tiendas. La guía llevaba un plano que nos fue muy útil y Javi se dignó simplemente a trazar un itinerario de forma que fuéramos pasando por cada uno de los barrios. Lo primero que me sorprendió fue que en todas las tiendas habían un montón de paquetes de pasta de mil y un colores y formas. Eso no lo había visto en ninguna de las otras ciudades italianas en las que ya había estado: Roma y Milán. Compramos un paquete con unas tiras cortas que llevaban la bandera de Italia, limonchelo en una preciosa botella que tenemos de adorno y que aún no hemos gastado, y por supuesto postales y la bufanda del Venecia.
Allí no existen otros vehículos que no sean los barcos, barquitos, góndolas y lanchas. De vez en cuando alguna bicicleta pero con lo masificadas que estaban las calles era bastante difícil manejarlas. Incluso los taxis y la policía van en lanchas, es curioso. Hace un calor insoportable y si no fuera por el sospechoso color del agua de los canales, no dudaría en pegarme un chapuzón.
Varios millones de fotos, canales, calles y tiendas después, llegamos a la famosa Plaza San Marcos, con su peculiar catedral que no tuvimos oportunidad de visitar y el Campanile, el icono de la ciudad, junto con los canales y las góndolas. También preguntamos por un paseo en este peculiar transporte pero también nos quedamos con las ganas porque nos llegaron a pedir incluso 120 €. Vamos, una pasada de caro. Regateando, lo más barato que encontramos en toda la ciudad, entre los dos días fue de 80 € y nos negamos. Quizás la próxima vez...
Volvimos por un itinerario diferente por el que habíamos llegado a la plaza de San Marcos, lugar donde acaba Venecia propiamente dicha y empiezan las islas como La Giudecca, el Lido, Burano, Murano,... Empezamos a buscar un restaurante para cenar. Apetecía hacer ya una comida un poco en condiciones y además nos hacía mucha ilusión hacer una romántica cena a la luz de las velas al lado de algún canal. Todos nos parecían muy cucos y los precios estaban bien, pero al final, paseando paseando, llegamos casi a donde nos dejó el tren y allí nos comimos una pizza buenísima. Allí nos sorprendió la noche, qué mejor sitio.
7 DE AGOSTO DE 2009
Otro maravilloso y caluroso día nos sorprende. Como siempre, los primeros días de vacaciones nos levantamos entumecidos y nos duele todo, especialmente después de la caminata de ayer. Pero hoy la caminata va a ser aún mayor, así que nos desperezamos rápido y nos arreglamos para bajar a desayunar, no sin antes recibir una afectuosa felicitación. Hoy es mi cumpleaños y tengo un gran regalo: estar en Venecia. Bajamos al salón a desayunar. Es el típico desayuno buffet cutre de hotel barato, pero bueno, igualmente nos ponemos las botas, aunque yo no puedo evitar recordar con añoranza los desayunos tan buenos que nos servían en las pensiones de Alemania y Austria. Después de desayunar, nos encaminamos hacia la estación para coger el tren. Nada más salir nos golpea el calor y eso que solo son las 9 de la mañana. Hoy va a ser un día muyyyy largo. Volvemos a recorrer los canales de Venecia hasta llegar de nuevo a la Plaza San Marcos. Hoy visitaremos el Palacio Ducal y las islas de Murano y Burano.
Por suerte no hay mucha cola en el Palacio y conseguimos pasar pronto y visitarlo tranquilamente. Creo que la entrada nos cuesta unos 12 €, audioguía incluida. Se construyó hacia el siglo XI para albergar al Dux, por decirlo de alguna manera, el rey de la ciudad. Ahí también se celebraban los plenos, los congresos y se tomaban las decisiones más importantes; también servía de prisión, con varios calabozos.
Al entrar se llega primero a un enorme patio donde hay dos grandes agujeros que antiguamente servían para recoger el agua de la lluvia y desde los cuales después se repartía este agua a todos los habitantes de la ciudad. También encontramos pegada al muro una cara de metal cuya boca es una ranura. Servía para que la gente dejara allí sus peticiones, quejas y sobretodo denuncias. Si cruzamos el patio ya podremos acceder a las salas. Las dos primeras plantas hay varias salas con exposiciones, especialmente del famoso pintor veneciano Tiziano y mobiliario y enseres de la época, además de monedas y escudos. Por último la visita nos lleva a la zona de los calabozos (realmente espeluznantes sitios oscuros y húmedos) y por último podemos pasar por el puente de los suspiros, donde acaba la visita. El puente es llamado así porque los presos eran conducidos en góndola y al pasar por debajo de este puente suspiraban, al saber que sería lo último que verían antes de morir.
Son las 12 y estamos deshidratados. Nos compramos una botella de dos litros de agua fresca que se nos acaba en un suspiro. Yo quiero entrar a la catedral de San Marcos, pero la cola que hay para entrar es interminable y encima a pleno sol, así que pasamos. Ayer no tuvimos suerte porque a las 5 de la tarde ya estaba cerrada, a ver si esta tarde regresamos pronto y la podemos ver. Si no, pues nada. Damos de nuevo con la Plaza San Marcos y nos encaminamos hacia los muelles buscando el vaporetto para ir a Murano. Pasamos por un puente desde el cual se ve el puente de los suspiros por el que hemos cruzado hace unos minutos, pero es imposible hacerle una foto, lo único que se ve es gente por todos lados, ¡Dioss qué estrés! ¡ Y qué calor! El tema de enterarnos de cómo van los vaporettos nos quita un poco de tiempo. Quizás somos un poco torpes, pero la verdad es que tardamos un poco en enterarnos de cómo va. Al final compramos los billetes, pero tengo que deciros que para tratarse del medio de transporte básico de la ciudad, (es el metro de allí) es bastante caro: 12 € cada viaje ida y vuelta. Existe un abono para 12, para 18, para 24, para 36 y para 72 horas, creo. Al final decidimos coger el de 12 horas porque nos sale un poco mejor que teniendo que pagar el viaje a Murano, a Burano y la vuelta. Así si estamos demasiado cansados cogemos otro Vaporetto para llegar a la estación (como así fue al final).
El vaporetto tarda un rato en salir y también un rato en llegar. Llegamos a Murano. Es Venecia en chiquitín. La isla te la recorres en 20 minutos caminando muyyy lentamente, y lo digo sin exagerar. Hay cuatro canales como mucho con sus respectivas calles, repletas de tiendas donde venden el cristal de Murano, claro está. Este vidrio se hace de forma totalmente artesanal en esta isla, aunque creo que también se hace en Venecia y en otros sitios y además se puede adquirir en cualquier punto de Italia. En las tiendas más grandes hay talleres donde trabajan los artesanos y desde donde se puede ver cómo elaboran este cristal, pero al ser agosto, muchos se encuentran cerrados por vacaciones, o bien hay que pagar para entrar. No es caro, sólo 4 o 5 € pero nos negamos porque encima no dejan hacer fotos ni vídeos, entonces qué gracia tiene. Aprovechamos para comer: Javi una pizza, yo un plato especial veneciano de sepia, que está bastante bueno la verdad, aunque esperaba que fuera otra cosa. Con la barriga llena y el cuerpo cubierto de sudor (menos mal que de vez en cuando alguna brisita corre por los canales) buscamos el muelle para coger el vaporetto hacia Burano. Sí, amigos, ya hemos visto la isla ( y porque la hemos recorrido varias veces que si no...)
Burano está más alejado. De hecho, desde Venecia es la isla que está más lejos. Y es aún más pequeña que Murano. En verdad se trata de varias pequeñas islas unidas entre sí por puentes. ¿Qué hay en Burano? Pues nada en particular. Es una isla de pescadores y encajeros. El encaje de bolillos es la especialidad de allí. ¿Pero por qué entonces tenía yo tanto empeño en ir? Pues por esta foto. Vi una foto como esta en internet buscando información turística a cerca de Venecia y me encantó que cada casa fuera de un color. Y es realmente así. Por supuesto hay una pequeña iglesia y algún museo, pero nosotros no lo visitamos, simplemente nos dedicamos a pasear por sus escasos canales, ver sus tiendas y comernos un Kalippo a ver si nos refrescaba un poco... y a beber agua, aunque no había manera de quitarse la sed. Compramos un cuadro precioso que hoy en día adorna una esquina de nuestro comedor.
La vuelta a Venecia se hizo larga: una hora. Javi incluso se durmió y yo hice esfuerzos para no hacerlo. No quería perderme ni un segundo de vistas. Y me encantó la perspectiva desde el vaporetto de la Plaza de San Marcos y el Campanile. Llegamos que eran más de las 6, así que de la Catedral, mejor nos olvidamos. Empezamos a hacer el camino de vuelta, aunque muy lentamente porque estábamos muy cansados. Nos paramos a tomar un helado con la excusa de sentarnos un rato. Probamos un sabor, del cual no recuerdo el nombre, que nos encantó y que nunca habíamos probado ni volvimos a encontrar en ningún sitio. Lástima no encontrarlo antes. La noche también nos sorprendió en la ciudad, pero esta vez decidimos ir a cenar al hotel, con nuestras cosas. Llegamos a las 10:00 una fresca y reconfortante ducha, cenar y a la cama. Javi se durmió antes de apoyar la cabeza en la almohada. Yo dediqué algunos minutos a enviar un mail a mi familia contando cómo había ido el día y enviando las mejores fotos.
8 DE AGOSTO DE 2009
8 DE AGOSTO DE 2009
Hoy toca ponerse en marcha de nuevo. Nuestro próxima parada es Ljubljana, la capital de Eslovenia. Para el que tenga dificultades en pronunciarlo (como me pasaba a mí antes de saberlo) os digo un pequeño truco, ya que es más fácil decirlo en esloveno que leerlo tal como suena: se pronuncia Liubliana.
Al salir de Venecia hay una caravana terrible que dura bastante rato. A mí se me hace pesado porque me da todo el sol, me estoy torrando y es insoportable. Aunque Javi sube (o baja nunca sé cómo decirlo) bastante el aire acondicionado yo me muero de calor. Para entrar en Eslovenia hay que pagar una viñeta, como en Suiza o Austria. Pagamos los 30 € que nos cuesta, que creo que vale para un año, pero tampoco estoy segura. Sobre las 2 o las 3 de la tarde llegamos al hotel, que está a las afueras de la ciudad. Nos llama la atención que en la carretera donde está situado hay un cartel de poblado con el nombre de Podgorica. Podgorica es la capital de Montenegro, pero por lo visto aquí hay un pueblo o ciudad con el mismo nombre. El hotel está súper bien. Es de tres estrellas pero podría ser de 4 perfectamente y se ve todo bastante nuevo. Se trata del hotel A (nombre fácil) y os lo recomiendo, por si vais por la zona. En la recepción vi que el precio era de 75 € con desayuno, pero nosotros lo contratamos a través de la página Booking.com por 60 también con el desayuno. Además está en una zona super tranquila, prácticamente en el campo, el parking es gratis, y creo que el wi-fi también, aunque eso no lo recuerdo.
Después de instalarnos cogemos el coche y nos vamos al centro. Tenemos suerte para aparcar porque hoy es sábado y a partir de la 1 de la tarde no hay zona azul. Encontramos un sitio pronto, y gratis. Aquí hace el mismo calor que todos los días, así que lo primero comprar agua. Después llegamos a unas escaleras de madera que nos conducen al llamado Puente Triple, que pasa sobre el río y donde se encuentra el casco antiguo de la ciudad. Ljubljana es pequeña y muy tranquila. Se puede ver en una tarde, como nosotros, aunque si visitas sus museos y tal necesitarás más tiempo. A lo largo del río, tanto en una orilla como en la otra, hay un montón de puestecillos hippies y pintores de cuadros. Los cuelgan en el muro de manera que se refleja en el río y se ve muy bonito, especialmente en un día tan soleado como hoy. Recorremos sus calles dejándonos llevar por su tranquilidad, aunque hay muy pocas tiendas de souvenirs. Llegamos a la plaza Presernov, donde se encuentra la Iglesia Franciscana de la Anunciación que tiene la fachada rosa y un poco más allá vemos un Mcdonald's y aprovechamos para reponer fuerzas, que ya hay hambre.
Nos sorprende gratamente que está todo a la mitad de precio que en España. Justo debajo del Mdonald's, que se encuentra subiendo unas escaleras a un nivel un poco superior a la calle hay una deliciosa heladería con unos helados súper baratos. Decidimos que este va a ser el postre.
Ahora nos dirigimos a la Plaza del Mercado. Está llena de puestos de madera, como en Bratislava (de hecho Ljubljana me recuerda mucho a la capital eslovaca) pero vacíos. Quizás mañana por la mañana estén llenos. Y en frente hay un puesto con un montón de cosas de cristales de colores: vasijas, vasos, jarrones, floreros, ceniceros, etc. Son todas tan bonitas que nos cuesta mucho decidir qué comprar. Al final Javi dice de seguir y volver después. Al final de la calle a nuestra derecha hay otro puente, el Puente del Dragón, llamado así porque lo preside esta figura, que es el símbolo de la ciudad.
Luego nos vamos hacia el ayuntamiento y llegamos en un buen momento: se está celebrando una boda y los invitados están haciendo el corrillo para que salgan los novios. Nosotros también aguardamos a que salgan, un poco con curiosidad de saber cuáles son las tradiciones eslovenas. Decidimos volver al puesto de los cristales de colores, pero ya lo han quitado. Volveremos mañana por la mañana porque ya preguntamos al hombre si al día siguiente iban a estar, por si al volver ya se habían ido, cosa que esperábamos.
Cogemos el coche y nos vamos al castillo. También se puede ir andando, pero suponemos que hay una buena caminata y después de la experiencia del año pasado en Salzburgo preferimos ir en coche. Es fácil llegar y no hay problemas de aparcamiento, que además es gratis. Está encima de una colina, rodeado de verdes parques. Desde aquí tenemos una bonita panorámica de la ciudad. Tiene un gran patio, donde por lo visto se celebran desde conciertos hasta bodas, y en uno de los edificios hay una pequeña exposición sobre la historia del castillo, a la cual se puede acceder por sólo 4,60 €. No está mal, pero tampoco es nada del otro mundo. Hay varias torres a las que subir y desde las que se obtiene una buena vista del casco antiguo. Por último la Torre del reloj es la más alta, y a la que, para subir, hay que ir por unas escaleras de caracol un tanto mareantes, aunque anchas. Aquí arriba se está la mar de bien porque corre una brisita que da gusto, después de todo el calor que hemos pasado hoy.
La tarde nos cae en el castillo y cogemos el coche para volver al casco antiguo y buscar un sitio para cenar, me apetece probar alguna especialidad eslovena. Esta vez aparcar en el centro no es tan fácil como lo fue hoy al medio día y tenemos que dar algunas vueltas pero al final lo conseguimos. Según la guía aconseja dos restaurantes que están por la zona y decidimos ir al que queda más cerca. Andamos un rato, y aunque está algo apartado, Javi con su genial sentido de la orientación que admiro, lo encuentra fácilmente. La terraza está llena de gente y preguntamos si hay sitio. Nos dicen que sólo dentro y accedemos. El problema: dentro no hay aire acondicionado y hace calor, pero nos traen una jarra fresca de agua que nos sienta genial. El agua es del grifo pero está buenísima, nada que ver con Barcelona. No hay carta y la chica nos dice los platos de viva voz. Le pido alguna recomendación eslovena y me aconseja un plato de ciervo con una salsa de vino y Javi se pide carne a la pimienta, que por lo visto es otra especialidad del país. En ese momento estamos los dos solos en el salón, pero pronto cambia la historia, y esta es otra anécdota del viaje. Resulta que llega un grupo de gente todos hablando en catalán. Nos llama la atención encontrar españoles. A los pocos minutos entra otro grupo de catalanes que se sientan en una mesa cercana a la nuestra y, como tienen algunos problemas con el inglés me ofrezco a ayudarles con la camarera. Nos preguntan de dónde somos y nosotros les decimos que de Gavà, Barcelona. Ellos son de Manresa y los otros que entraron antes nos oyen y nos dicen "Eh que nosotros somos de Terrassa" y en un momento se lía una que pa qué, todos alegres sabiendo que somos paisanos. Por muy catalanes que seamos, tenemos vestigios españoles porque armamos un alboroto que no veas. Tiene gracia que en un restaurante de Eslovenia, un poco apartado del centro tenga el salón lleno de catalanes.
La camarera está un poco soprendida y le explico la historia, que le hace mucha gracia. Los platos resultan ser exquisitos, así como el postre y contentos por ello, le dejamos una buena propina. Salimos encantados de allí, después de hablar con los de Manresa y que nos expliquen ellos su ruta y nosotros la suya, eso sí después de desearnos un buen viaje. Ellos van hacia Austria y nosotros mañana ya entramos en Croacia, a Zagreb.
Al llegar a donde tenemos el coche veo uno con matrícula española y me fijo para ver si pone de qué sitio es y adividad de dónde: Gavà. Es curioso encontrarse con españoles allí, con catalanes, pero con un coche de Gavà...Es impresionante. Recordando lo que nos pasó en Friburgo, que cuando volvimos al parking a recoger el coche, unos de Manresa también nos habían dejado una nota en el parabrisas, le dejamos una a ellos diciéndoles que somos paisanos. Me pregunto si también la guardan, como aún hago yo con la nota de Friburgo. Ya es hora de volver al hotel a descansar, y eso hacemos. Mientras Javi se ducha aprovecho para enviar mails a la family con las fotos del día.
En la información que saqué por Internet (en la guía no lo menciona) dice que en un pueblo a pocos kilómetros de aquí hay una casa hecha museo etnográfico que nos cuenta la forma de vida de Eslovenia a finales del S. XIX y principios del XX. Pero el horario es hasta las 6 de la tarde y cuando nos damos cuenta es demasiado justo para ir y lo dejamos. Pero me hubiera gustado mucho ir, me encantan ese tipo de cosas.
Excelente relato y muy buenas historias. Me encantaría poder, luego de ver este diario de viajes, conseguir un hotel barato en venecia y llegar a esa maravillosa ciudad Italiana
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