Tartu es la segunda ciudad más importante de Estonia y la ciudad universitaria por excelencia. En sí, la ciudad no tiene mucho, pero es recomendable si os queda cerca o vais de ruta por el país para dar una vuelta. Sólo os llevará unas horas porque tiene un casco antiguo muy pequeño. Si queréis ver cosas de la ciudad moderna, entonces ya necesitaréis más tiempo, aunque en sí no hay nada.
QUÉ VER:
Casco antiguo:
- Ayuntamiento y plaza con la fuente de los estudiantes que se besan.
- Puente del demonio
- Puente del ángel
- Piedra de los sacrificios
- Antiguo observatorio
- Catedral
- Universidad
- Museo de la ciudad
- Museo del Deporte
- Jardín Botánico
- Casa de Uppsala
- Casa inclinada (alberga el museo de arte)
- Museo de los calabozos de la KGB (está cerrado los domingos y lunes, justo los dos días que íbamos a estar allí, pero seguro que es muy recomendable)
- Fábrica de cerveza Le coq (para aquellos que les guste la cerveza. A nosotros como no nos gusta, no fuimos)
14 DE AGOSTO DE 2011
Nos ponemos rumbo a Tartu, la segunda ciudad más importante de Estonia. Está a 187 km y se tarda unas dos horas y media (hay que ir a una velocidad media de 70 o 80 km/h). El hotel está a unos dos km del centro. Cuando llegamos son las 11 y media o 12 y nuestra habitación no estará disponible hasta las dos, así que decidimos ir a dar una vuelta por la ciudad. Es domingo y todo está cerrado y el ambiente totalmente muerto. No hay ni un alma por la calle. Nos choca, teniendo en cuenta que es una ciudad importante y aunque no esperemos el ambiente de Tallín, creemos que esto es demasiado. Por lo visto ayer terminó el festival de cine de Tartu y hay un montón de sillas, un escenario y varias cosas que están desmontando y recogiendo. Está nublado pero hace calor.
Paseamos por el puente del demonio y del ángel y subimos hasta un bonito parque por detrás de la universidad donde se encuentra el antiguo observatorio. El edificio está bastante desmejorado, deberían restaurarlo. Por lo visto, en su momento tuvo el telescopio más potente de del mundo, pero hace tiempo que está fuera de servicio. Se ve que ahora es un museo, pero aquello estaba más cerrado que yo que sé y tenía pinta de llevar así tiempo. La zona es bastante recomendable para pasear.
Seguimos caminando y nos encontramos con un centro comercial. Decidimos entrar porque no tenemos nada mejor que hacer y por suerte, allí todo está abierto, así que damos una vuelta. Es la una y media y decidimos comer para hacer tiempo y que nos den la habitación. En una calle peatonal vemos dos opciones: un restaurante con terraza tipo platos combinados y un restaurante georgiano con muy buena pinta. Yo prefiero este último, por mi afición a las comidas diferentes y probar cosas nuevas, pero en la terraza no hay nadie y eso a Javi le da poca confianza, así que vamos al otro. Javi pide una hamburguesa con patatas y yo un bistec de cerdo acompañado con patatas fritas y ensalada. Son de cantidad generosa. Eso junto con las coca-colas nos cuesta 15 €. Vamos hacia el hotel.
Por fin la habitación está disponible, nos instalamos y descansamos un rato, ya que no podemos hacer nada más. La habitación es muy chula, toda de azul y abuhardillada. La ventana está en el techo pero hay una persiana. Tenemos tele (aunque de poco sirve, bueno al menos ponemos la MTV para escuchar música) parking gratis y wi-fi gratis, como en todas partes. El baño es más grande que en Tallín, pero el grifo es igual: un grifo de bañera que por el teléfono sale el agua para la ducha y si aprietas el botón hacia abajo, sale agua por el grifo del lavamanos. El hotel tiene forma de jarra de cerveza, muy curioso. Son unas 40 € por noche sin desayuno. Sobre las cuatro nos vamos hacia el lago Peipsi, un enorme lago cuya otra orilla ya está en territorio Ruso. Es como una especie de parque natural y los paisajes son muy bonitos. No tiene mucho en sí, pero vale la pena por el lugar en el que está y por los sitios que hay que ir atravesando. Mucho verde, muchos prados y bosques; eso sí, ni una sola montaña. Recordemos que el país es bastante plano: 300 m el punto más alto sobre el nivel del mar.
La guía recomienda ver los pueblos de Mustvee y Kallaste, a orillas del lago. Llamarlo pueblo es mucho decir. Se trata una carretera sin asfaltar con una hilera de 10 casas a un lado y otro de la carretera. No tiene nada más. La zona es chula y las casitas también, pero eso para mí no es un pueblo. Para mí, un pueblo por pequeño que sea tiene su plaza central, sus calles, no sé... Pero pronto vería que ese es el concepto de pueblo en Estonia. Eso sí, por pequeño que sea el pueblo, a las afueras tiene su gasolinera y supermercado grande que abre de 8:00 de la mañana a 23:00. Por supuesto, olvidaros de encontrar una oficina de información y si la hay, está cerrada más tiempo que abierta fijo. Por detrás de las casas hay una playa y el lago. La playa tiene arena fina y blanca como la harina, pero una vez más, el agua es de color marrón. La zona es bonita y también es recomendable ir. Ahora ya se ha abierto más el día, hace sol y calor y apetecería un bañito, pero no vamos preparados porque cuando hemos salido del hotel estaba nublado.
Hay una foto muy bonita en internet del lago con unas rocas rojizas como las que hay en el cañón del colorado. Pero eso es buscar una aguja en un pajar y no las vemos. Seguimos por la carretera y vemos varias iglesias de diferentes tipos: ortodoxas, luteranas, ... muy bonitas, la verdad. Observamos que hay un montón de cigüeñas y que incluso les ponen una especie de postes para que hagan sus nidos ahí y no lo hagan encima de casas o iglesias, ya que las destrozarían, porque un nido puede llegar a pesar incluso 2 toneladas. Vemos paradas de autobús preciosas en medio de la nada, como la que os pongo en la foto. No entiendo por qué y para qué pasa el autobús por ahí si no hay nada en kilómetros a la redonda. También me pregunto quién cogerá el autobús ahí y quien bajará en esa parada.
Como ya va atardeciendo, volvemos al hotel. Creemos que mañana que es lunes, ya habrá mas ambiente en Tartu. Eso esperamos.