domingo, 21 de febrero de 2010

AGOSTO 2008 SUIZA-SUR DE ALEMANIA-AUSTRIA-BRATISLAVA-PRAGA-BUDAPEST

INTRODUCCIÓN

En agosto de 2008 pudimos volver a hacer otra ruta por Europa. Después de la experiencia del año pasado, no había cosa que deseáramos más. Como en abril nos entregaron el piso y teníamos previstos muchos gastos: pintar, amueblar, comprar utensilios diversos para la casa, decorar,... No fue hasta julio, cuando ya hacía un mes que estábamos viviendo allí, que haciendo cálculos vimos que podíamos hacer el viaje sin problemas y empezamos a idear la ruta.

Javi quería ir a Austria, ya que recientemente se había celebrado la Eurocopa y España había resultado ser la campeona, después de muchos y muchos años de decepciones y yo lo único que tenía claro es que esta vez no podía dejar pasar la oportunidad de ver el castillo de Neuchwanstein, uno de los castillos más famosos del mundo y en el cual se inspiró Walt Disney para la Bella Durmiente. El año pasado, nos quedaba lejos de Munich y no nos venía bien, así que no pudimos verlo.

En pocos días, después de muchas horas delante del ordenador para reunir toda la información necesaria y saber los sitios donde queríamos ir, ya teníamos la ruta final: Luzerna (Suiza), Freiburg im Breisgau (Sur de Alemania), castillo de Neuchwanstein (Sur de Alemania), Salzburgo, Innsbruck y Viena (Austria), Bratislava (Eslovaquia), Praga (República Checa) y Budapest (Hungría).

Budapest lo propuso Javi. Y a mí me parecía tan lejano y tan...en el Este...Pero para nada, aunque nos suene lejos, Hungría está en el corazón de Europa, aún algo lejos del Este.

El día 8 de agosto a las 00:00 nos pusimos en camino hacia Suiza, a la ciudad de Lucerna, con nuestra neverita, provisiones y, de nuevo, con las maletas llenas de ilusiones.


8 DE AGOSTO DE 2008


Tras 11 horas de viaje llegamos a Lucerna, ciudad Suiza. Eso sí, previamente en la frontera, hemos tenido que pagar la famosa viñeta. Se trata de una pegatina que has de pegar en la luna delantera del coche y sin la cual no puedes circular por ese país. Es el año de las viñetas ya que en Austria, la República Checa, Eslovaquia y Hungría también se necesitan. Vamos que el único que se salva es Alemania. En el caso de Suiza sólo existe la que es válida para todo un año y cuesta 30 €, así que después del sablazo continuamos el viaje. Y no os preocupéis por si se os olvida no, que nada más entrar en el paso fronterizo ya se te acercan a venderla. Mejor así, porque evitas las posibles multas que te puedan poner por circular sin ella.


El viaje ha sido pesado y estamos muy cansados ya que el día anterior, antes de partir, no pudimos descansar, supongo que debido a los nervios del viaje. Este cansancio ya lo vamos a arrastrar durante todas las vacaciones, pero como sarna con gusto no pica, como muy bien dice el refrán, apechugamos con lo que hay. Echamos una siesta de dos horitas antes de ponernos en marcha, ya que la ciudad es pequeña y la veremos sin problemas en una tarde.

Aún con los ojos pegados (a mí la siesta me ha sentado fatal, estoy más cansada ahora que antes), comemos algo de nuestras provisiones y nos ponemos en marcha. Aparcamos en una calle bastante céntrica y tenemos suerte porque hoy no hay zona azul y no hay que pagar. Lo primero que encontramos es la Kapellbrücke, que es el principal icono de la ciudad, junto con la escultura del león. La Kappellbrücke y el Spreuerbrücke son dos puentes que pasan sobre el río Reuss y a través de los cuales se accede a la ciudad antigua. El primero es un puente de madera muy antiguo, ya que data del sigo XIV. Está lleno de pinturas realizadas por un artista Suizo del siglo XVII para ilustrar la historia de Lucerna, pero en 1993 un incendió las destruyó casi todas. Atravesar este puente de 200 metros de longitud es una verdadera delicia. Tiene también una torre, la cual sirvió antiguamente de prisión, de defensa y como archivo, a demás de otras cosas llamada la Torre del Agua o Wasserturm, pero nosotros no subimos.


La moneda oficial del país es el franco suizo. No hay ningún problema para cambiar en cualquier banco o caja, pero nosotros preferimos cambiar ya el dinero en España por si caso, aunque casi ni se necesita porque se puede pagar en todas partes con €.


Al acceder a la ciudad antigua nos encontramos con el antiguo ayuntamiento, varias pequeñas plazas y callejuelas entramadas.


La calle Denkmalstrasse nos conduce al León de Lucerna en el parque Lowëndenkmal. Este gigantesco león moribundo rinde tributo a los soldados suizos que servían en la Guardia Real de los reyes franceses y que murieron víctimas de la Revolución Francesa. Está en un bello paraje. Justo al lado está el jardín de los glarciares, con el museo y la sala de espejos granadinos, todo en un recinto cerrado, pero no pudimos entrar porque lo acababan de cerrar. Subiendo una pequeña pendiente, queda una parte de la vieja muralla de la ciudad. Se puede acceder gratis y si camináis por ella podréis ver unas magníficas vistas de la ciudad. Después nos encontramos con varias tiendas de souvenirs que no dudamos en visitar para comprar recuerdos (obviamente cayó una bufanda de la selección suiza, ya que en Lucerna no hay ningún equipo de fútbol famoso).



Luego cogimos el coche y nos fuimos hacia Zurich, la capital financiera del país, que no la capital oficial, que es Berna. A zurich ya llegamos al atardecer y estaba oscureciendo, así que nos dedicamos a pasear por el centro, mirar tiendas y cenar en una agradable terraza. Se está bien, aunque yo llevo mi manguita fina.


La vuelta al hotel fue una pequeña odisea. No sabemos por qué, para ir fuimos por una especie de autovía pero para volver, el GPS, nos manda por una carretera nacional, o ni eso. Para colmo estamos en reserva y no hay ninguna gasolina. Cuando por fin encontramos una, es de esas de autoservicio, no la atiende nadie y cuando vemos el precio del litro de gasoil nos asustamos tanto que salimos de alli corriendo: ¡2 €! Al final llegamos al hotel sanos y salvos, aunque nos paramos a pensar una cosa: el precio del gasoil no estaba en euros, sino en francos suizos, vaya equivocación. Bueno da igual, pondremos gasolina mañana. Nos pegamos una ducha y nos vamos a dormir.


9 DE AGOSTO DE 2008


Nuestro próximo destino es Freiburg im Brisgau, que es la capital de la Selva Negra, en el Suroeste de Alemania, pero antes pasaremos por Basilea, la ciudad de Roger Federer, para dar una vuelta. En Basilea no tenemos más remedio que aparcar en un parking, en pleno centro histórico. Durante un par de horas recorremos su casco antiguo repleto de tiendas de ropa a muy buen precio y souvenirs. Javi se compra la camiseta del Basilea y la bufanda. Lo que no sabíamos es que algunos meses despúes este equipo se enfrentaría con el Barça en la liguilla de la Champions. Aprovechamos para comer algo de la gastronomía local, muy sabrosa a buen precio y al rato nos encontramos en la Marktplatz, donde también está el antiguo ayuntamiento y un pequeño mercadillo. Ya nos vamos hacia Freiburg.



Llegamos a Freiburg a las 5 de la tarde, dejamos las cosas en el hotel y nos encaminamos rápidamente hacia el centro de la ciudad. Son ya las 6 de la tarde y las tiendas están cerradas, así que no podemos comprar ni postales ni nada. Empezamos a recorrer el centro de la ciudad, con su, como no, antiguo ayuntamiento. Hay un par de cervecerías abiertas con gente en las terrazas, pero en general el ambiente está muerto. Un rato más tarde vemos un subway y decidimos zamparnos un bocata, pero el local está infestado de avispas y es una pesadilla comer allí. Suerte tenemos de que no nos pican. En un parque al lado nos tomamos un helado y resulta también horroroso porque no nos dejan en paz. Anochece y nos vamos al hotel. Ha hecho hoy un día espléndido y mucho calor.













10 DE AGOSTO DE 2008


Hoy hace otro día espléndido, el día ideal para uno de los platos fuertes de las vacaciones, al menos para mí: el castillo de Neuchwanstein. Mi corazón da saltos de alegría ante tal ilusión. Aunque son menos de 300 kilómetros lo que nos separa del hotel al castillo, las carreteras son estrechas y no hay autovía ni autopista, por tanto no se puede correr. Al final vamos un poco de rally porque tememos no llegar a tiempo, ya que tenemos las entradas reservadas para la 1 de la tarde pero hay que estar una hora antes. Esto nos pasa porque hemos vuelto al centro a comprar postales y la bufanda del equipo como no, y al final se nos ha hecho tarde.

El camino es una auténtica pasada: prados de un verde florescente, envuelto por majestuosas montañas y de vez en cuando alguna casita estilo Heidi con sus geranios, haciendo contraste con el paisaje. Queremos parar a hacer fotos, pero no hay ningún sitio en el que poder apartarse sin molestar y además vamos mal de tiempo. Por fin llegamos al pueblo, por llamarlo de alguna manera, y nos obligan a aparcar en un enorme parking de tierra. Por suerte es gratis. Entonces veo el castillo y me parece como si de un sueño se tratase. Tantas veces he soñado con verlo... Le hago una foto a él y al otro castillo que hay más cerca.Deprisa, nos encaminamos a las taquillas con la reserva de las entradas en mano. Menos mal, hemos llegado bien y entonces nos llevamos literalmente las manos a la cabeza con la interminable cola que vemos ante nuestros ojos. Afortunadamente veo un cartel donde pone "recogida de entradas reservadas" o algo así y no hay nadie. Nos hemos evitado una cola de dos horas por lo menos. Nos dan nuestros tickets y nos explican que hagamos cola para subir en el coche de caballos que nos llevará arriba al castillo, o bien que vayamos caminando hacia allí. Vemos que la cola para coger los coches de caballos es también bastante extensa y como el castillo se encuentra solo a media hora caminando, decidimos ir a pie. La cuesta es bastante empinada y hace calor, por lo que resulta un poco cansino, pero llegamos sin problemasy aguardamos a que sea nuestro turno para entrar.



Al castillo se accede por grupos. El guía te lleva a través de las diferentes estancias mientras la audioguía te explica la historia del castillo. Te da la impresión de que la visita es rápida, ya que por ejemplo en Versalles y otros palacios puedes visitar el palacio a tus anchas, pero aquí es distinto así que hay que adaptarse. Justo en la entrada hay una máquina que lee los tickets y hasta que no es justo la hota que te marca en el billete no te deja pasar. Una vez que puedes pasar has de hacer cola y cuando hay unos 20 o 30 el guía pasa a recoger el grupo.







El castillo por dentro, como era de esperar, es precioso, aunque con una decoración muy diferente de la que vimos en Versalles o en Charlottenburg (Berlín). Perteneció a Luis II de Baviera, apodado el Rey Loco, ya que vivió siempre recluído en sus castillos y nunca se casó ni tuvo descendencia. Además se pasaba las noches enteras leyendo en su escritorio sin ni siquiera acostarse. Era un ser excéntrico, debido seguramente a su estricta educación y a su dificultad de relacionarse con los demás. Lamentablemente, el rey no pudo ver terminado el castillo, ya que murió repentinamente antes de que concluyeran las obras. Lo encontraron ahogado en extrañas circunstancias en un lago cercano. Por desgracia, en el interior no dejan hacer fotos, pero yo he puesto alguna de Internet para que os podáis hacer una idea. A parte de una capilla, la sala donde el rey se reunía con la corte para tomar las distintas decisiones de gobierno y la propia alcoba del monarca, hay una gran cocina perfectamente conservada. Las vistas que se ven desde las ventanas del castillo nos dejaron sin palabras, y más en un día como aquel, tan nítido. Nada más que se ven prados verdes y los Alpes.

Cuando el guía nos devolvió a la entrada del castillo, lo bordeamos y seguimos hacia arriba para ir al Marienbrücke, un puente colgante desde el que se tiene una buena perspectiva del castillo, aunque cuando fuimos nosotros estaba lleno de andamios. La verdad que impresiona porque está alto y estaba tan lleno de gente que pensamos que se iría abajo en cualquier momento, aunque nada de esto pasó.







Varios miles de fotos después iniciamos el camino de vuelta. Ya había cumplido otro de mis sueños, ver este hermoso castillo, que tan inaccesible parece en las fotos. En frente del parking encontramos unas mesas de madera y un restaurante donde servían comida a muy buen precio y decidimos comer, ya que eran más de las 3 de la tarde y estábamos hambrientos. Sólo había una especie de Bratswurt gigante y pollo asado con la costa crujiente, servido con patatas fritas y ketchup al curry. Estaba absolutamente delicioso. Después nos encaminamos al hotel, que estaba a 50 kilómetros a instalarnos y descansar. El hotel estaba en una aldea, porque no habrían más de 20 casas juntas y creo que estoy exagerando. Era rústico, todo de madera y muy bonito. Muy cuco. La cena la hicimos en la habitación con nuestras provisiones.





11 DE AGOSTO DE 2010




Hoy también tenemos suerte con el tiempo. Hace un día precioso de nuevo. Después de desayunar el rico desayuno del hotel, le pido al recepcionista un favor. Vamos a visitar las Minas de Sal de Berchtesgaden y como quizás llegamos con el tiempo justo no quiero quedarme sin entradas y le pido que me las reserve para las 12. Él lo hace amablemente y yo correspondo con una propina, faltaría más. Él me dice que no tenía por qué, pero qué menos.




Nos despedimos de este bello lugar y partimos hacia Berchtesgaden. Vamos directos a las minas de sal, para que no se nos pase la hora de las entradas. Al llegar hay muy poca cola, qué bien. Nos dan un mono oscuro a todos que nos debemos poner por encima de nuestra ropa y enseguida aparece un trenecito en el cual nos tenemos que sentar a horcajadas. Enseguida a bastante velocidad, se adentra en la tierra por un hueco estrecho y casi en la total oscuridad. Tras dos kilómetros, el tren se detiene, la gente baja y el guía nos da las intrucciones para tirarnos por un largo tobogán para poder bajar a la galería desde donde empezaremos la visita. Resulta muy divertido tirarse por el tobogán y los niños y los no tan niños disfrutamos de lo lindo con esto. Después el guía nos pregunta de qué países somos y nos va poniendo al lado del altavoz de nuestro correspondiente idioma para que nos explique las cosas de la mina. Por suerte está en español y debemos ser los únicos, ya que el resto son alemanes. Luego de atravesar varias galerías con las explicaciones de cómo extraían la sal, volvemos a tirarnos por un tobogán. La mina ya no está en activo, ahora se ha convertido simplemente en una atracción cultural, pero es nuy interesante y muy bonita de ver. De vez en cuando tocamos las paredes y nos chupamos los dedos para comprobar la salinidad. Y sí, están muy saladas. Al final del recorrido llegamos a una sala con un vídeo y después nos subimos con el guía en un ascensor que sube los dos niveles que hemos bajado primero con los toboganes. Llegamos entonces a un lago donde hay un barco de madera iluminado con luces, donde nos sentamos. Avanza solo hacia la otra orilla del lago, que está cerca y desembocamos de nuevo en el tren que nos lleva de nuevo a la entrada. Al salir nos regalan un pequeño botecito con sal de la mina a cada uno que yo todavía conservo, casi dos años más tarde.




Nos encaminamos hacia nuestro alojamiento. Esta vez nos vamos a alojar en una casa familiar que alquila sus habitaciones. Me la reservó el que entonces era mi jefe, Michael, que es nativo de la zona, y por lo visto la casa es de algún pariente suyo o amigos de la familia. La casa es la típica casita de madera, parecida a la de la Heidi, llena de geranios rojos y naranjas en los balcones. La señora de la casa nos recibe con el típico traje bábaro, el traje que llevan las mujeres en la Oktoberfest de Münich, que por lo visto lo llevan todas las mujeres que viven y trabajan en el campo. La habitación tiene baño privado, una pequeña mesita, tele y cuesta 40 € con desayuno la noche. ¡Es perfecto! Aprovecho para practicar un poco mis nociones de alemán y me pongo a hablar con la señora de la casa. Le digo que vamos a visitar Königsee, un lago que hay a pocos kilómetros de allí y me dice que es un lugar precioso y que nos encantará.


Después de instalarnos, decidimos buscar algún supermercado, ya que estamos algo escasos de provisiones. A poco kilómetros con el coche encontramos un pequeño centro comercial y rellenamos nuestra despensa. También nos comemos una pizza en un bar que hay allí, y después de volver al hotel para guardar la compra, nos encaminamos a Königsee, paraje que se encuentra en el pueblo de Berchtesgaden.


Pasamos por al lado del pueblo de Berchtesgaden sin detenernos. Se ve que es muy bonito y pintoresco, pero no queremos llegar tarde al parque de Königsee. Enseguida llegamos, gracias al GPS y a las numerosas indicaciones que hay por el camino. No tiene pérdida. Al entrar en el parque hay como un pequeño peaje donde pagando un precio mínimo, (no recuerdo bien pero creo que 3 €) tienes el aparcamiento para dos días. Dejamos el coche y empezamos a caminar por unas calles empedradas repletas de souvenirs, hoteles, hostales y resturantes. Están bien preparados para el turismo por lo que se ve. Hay bastante gente pero tampoco es agobiante. Nos encaminamos hacia el embarcadero y consultamos el horario de los barquitos que hacen la travesía del lago. En 15 minutos zarpa otro. Compramos los billetes de ida y vuelta y embarcamos. (Creo que cuesta 10 € el trayecto ida y vuelta, como mucho, porque creo que es más barato). El sitio es de una belleza exquisita. Es parecido a un fiordo. Un lago estrecho y largo se extiende tierra adentro con las montañas alrededor haciendo de pared. Mide 7,7 km de largo y la zona más ancha es de 1,7 km. El nombre significa literalmente "El lago del Rey" y vuelve a hacer referencia al Rey Luis II de Babiera.



Es precioso, le agradezco a Michael que me aconsejara venir, me hubiera arrepentido mucho si me lo hubiera perdido.El barco sale por fin y Javi va haciendo fotos por doquier, tan maravillado como yo. Al tratarse de un parque natural, los barcos son eléctricos para no contaminar el agua de color esmeralda. Cuando ya hace un rato que hemos partido, el barco se detiene. Entonces el capitán saca una especie de corneta y la toca desde la cubierta del barquito y, sorprendentemente, unos segundos después, el eco de la música le es devuelto. Ese silencio, esa paz, esa quietud, es algo realmente relajante y bello.

Un rato después vemos una isla con una pequeña iglesia y un embarcadero. El barco para y nosotros decidimos bajar para explorar la isla. Se trata de la Isla de San Bartholomä con la capilla que tiene el mismo nombre. Hay numerosos rutas para realizar desde aquí que hacen las delicias de los amantes del senderismo. De hecho, vemos mucha gente que hace senderismo. La capilla es minúscula, pero bonita. Al lado hay un pequeño kiosko con souvenirs y un bar-restaurante. Me muero de sed y pido un agua bien fría y cuando le pido el primer trago...¡EEQQSSS! Es con gas, resulta que allí el agua sin gas no existe, y debe ser cierto porque nos ha costado horrores encontrarla en el supermercado. Como eso no hay quien se lo beba, pido una coca-cola y me la tomo tranquilamente en la terraza mientras admiro el deslumbrante paisaje. Luego de caminar un rato por la isla, volvemos a coger el barco que nos llevará de vuelta al embarcadero. Si fuera un poquito más pronto podríamos coger otro barco que continua la ruta, pero ahora ya todos son de vuelta. Tampoco pasa nada, hemos visto más del 70 % del lago. Cuando volvemos ya está oscureciendo y las tiendas que hemos visto al llegar están casi todas cerradas, aunque pillamos por suerte alguna abierta y compro algunas postales. Este sitio es maravilloso.



También hay un telesférico que se puede coger para subir a las montañas y divisar una bella panorámica del lugar, pero esto lo haremos mañana. Hora de volver a la pensión. Cenamos con nuestras provisiones y a dormir.

12 DE AGOSTO DE 2008


Tomamos un exquisito desayuno preparado por la señora de la casa que consta de panecillos alemanes recién hechos, embutidos, mermelada casera, leche, zumo natural de naranja y un huevo cocido. La cocina de la casa es tan...auténtica. Mientras desayunamos, ella me pregunta por las minas de sal y Königsee y le digo que nos ha encantado. Después de charlar y recoger nos vamos de nuevo a Königsee, esta vez para subir al telesférico que ayer nos quedó pendiente. Me despido de la señora que nos ha tratado como de la familia y le prometemos que si algún día volvemos por la zona nos alojaremos allí y que lo recomendaremos a todo el que conozcamos. De verdad os lo aconsejo. Aquí os pongo la dirección por si os interesa y una foto del exterior para que veáis como es: HAUS UNTERGRAINSWIESSEN Grainswiesenweg, 5 Bischofswiessen telf. 0049 08652985848






Cogemos el telesférico que consta de cabinas para cuatro personas máximo para ir sentadas. Si no recuerdo mal el precio es de 9 € ida y vuelta. El paraje que se ve desde la cabina es magnífico y a lo lejos se divisa una casa en el pico de una montaña. Se trata del Nido de las Águilas, la residencia de verano de Hitler, ahora convertida en museo y restaurante. El telesférico tiene dos paradas, la primera no la hacemos pero la segunda sí. Desde ahí empiezan varios caminos para hacer senderismo y hay un bar. Aunque hoy también tenemos la suerte de que el día es espectacular aquí arriba hace viento y es frío por lo que tengo que ponerme el jersey. Caminamos un rato hasta una cruz de hierro que se ve y un poquito más arriba tenemos unas perspectivas del lago que nos deja absolutamente flipados. Estamos tan altos aquí arriba que los barcos son unos simples puntitos. Luego de hacer un montón de fotos para la cole, deshacemos el camino y cogemos la cabina de vuelta.



Ahora ponemos rumbo a Salzburgo, ya en Austria, que está a sólo 15 kilómetros de aquí. Aunque aún nos encontramos en Alemania está prácticamente en la frontera austríaca. Enseguida encontramos carteles en los que nos recuerda la compra de la viñeta y paramos en la primera gasolinera para comprarla. En Austria existe la de una semana, un mes y un año, así que adquirimos la de una semana, que cuesta unos 8 € y la añadimos a la colección que iniciamos con la de Suiza.




Cuando llegamos a Salzburgo está nublado pero hace calor. Hoy es el primer día que no tenemos nada reservado, así que hay que empezar a buscar alojamiento. A las afueras vemos una pensión y pregunto. 60 € con desayuno y hay habitaciones libres, así que nos instalamos. Tenemos incluso un pequeño balconcito, pero cubierto. Llegamos al centro pero tenemos problemas para aparcar. No hay sitio y vemos un parking al aire libre. Hacemos cola y por fin podemos entrar pero...No hay ni un solo sitio libre. El coche que va delante nuestro empieza a dar marcha atrás, marcha atrás hasta que nos da un pequeño golpe y eso que le hemos avisado con el claxon. El dueño del flamante BMW resulta ser un rumano, de unos 50 años, que chapurrea el inglés y el alemán. Como podemos, nos entendemos con él, admite que ha tenido la culpa. Rellenamos el parte amistoso y charlamos un rato con él. Es muy simpático. La verdad que es curioso: un español y un rumano tienen un golpe en Austria. Tanto él como nosotros tenemos una pequeña rayada en el parachoques, que no damos importancia. Nos despedimos y por fin logramos aparcar.
Para hacer la visita al casco antiguo se ha de cruzar un puente. La ciudad es muy bonita con sus calles empedradas llenas de tiendas, las cuales no dudamos en visitar. Luego, nos dedicamos a buscar un restaurante para comer y decidimos probar alguna especialidad austríaca. Salzburgo es la ciudad donde nació y vivió Mozart y se hayan dos casas, Mozart Geburtshaus y Mozart Wohnhaus. La primera fue en la que nació y vivió hasta los 17 años y la segunda es en la que vivió hasta los 24, trasladándose después a Viena. Nosotros visitamos la segunda, la Wohnhaus, cuyo precio es de 7 €. Aquí también existe audioguía en español, que yo no dudo en coger para que no se me escape nada. Javi, como siempre optará por mis explicaciones. La casa conserva parte del mobiliario de entonces, retratos de los diferentes miembros de la familia, pero básicamente lo que hay son instrumentos que tocaba Mozart, totalmente originales, y las partituras, pudiendo incluso escuchar una parte de ellas si se acciona un botón. Al principio hay una maqueta de la misma y ya al final del recorrido hay una pequeña sala donde se proyecta un vídeo sobre la historia del genio austríaco, aunque no recuerdo muy bien si sólo estaba en alemán o también en otros idiomas. Nuevamente no dejan hacer fotos en el interior.






Ahora seguimos el camino para ir a la fortaleza de Salzburgo, o Festung Hohensalzburg, que se encuentra en lo alto de una colina. Se puede ir caminando cuesta arriba desde el casco antiguo y se tardan unos 15 o 20 minutos o bien se puede coger un funicular que te lleva. Nosotros, una vez más, decidimos hacer ejercicio y pasamos del funicular y de los 7 € que costaba el viaje de ida y vuelta, incluida la entrada a la fortaleza. Pero eso sí llegamos arriba exhaustos porque la pendiente es muy marcada y parecía que nunca se acababa. Cuando llegamos a la taquilla pensamos que ya por fin tocaba terreno llano, pero ni por esas. Después de pagar los 6 € que costaba la entrada, pasamos al patio para poder comenzar la visita. Al salir a éste, a la izquierda lo primero que encontramos es una armería. Accediendo a ella por las escaleras, se encuentran muñecos de cera interpretanto varias escenas. Una de ellas es un herido de guerra y varios doctores cuidándolos, otra escena es la preparación de una estrategia militar, etc. A continuación hay un pequeño museo de armas y utensilios militares de todos los siglos. Después hay otro edificio donde explica la historia de la ciudad y la fortaleza con diferente mobiliario, utensilios y cuadros. Desde aquí hay unas aperturas donde están puestos los cañones y desde donde se obtiene una preciosa vista del casco antiguo y el río. Por último hay una torre por la que se puede subir y tener también unas buenas vistas de la otra parte de la ciudad con los picos alpinos al fondo. Se ha levantado un viento terrible y parece que en una de esas montañas lejanas se ha formado una tormenta.




A las 6 cierran la fortaleza y como ya es la hora nos encaminamos a la salida. Ahora el viaje de vuelta es muchísimo más agradable y descansado. El final de camino nos lleva a la catedral con sus cúpulas verdes y donde está la pila bautismal donde bautizaron a Mozart en su interior. Como está cerrada no entramos, pero paseamos por los alrededores y nos vamos al Palacio Mirabell, que fue mandado construir por el príncipe-arzobispo Wolf Dietrich para su amante a principios del siglo XVI. El palacio hoy está destinado a la sede del ayuntamiento, por tanto no se puede visitar por dentro, pero tiene unos maravillosos jardines con la fuente de pegaso, entre otras que vale la pena visitar. Después cogemos el coche para ir a un parque que está a las afueras de la ciudad y que nos han recomendado desde la oficina de turismo. Por el camino vemos el memorial ruso (muy parecido al que hay en Berlín, aunque este es más grande) y varias estatuas y esculturas que dominan plazas y rotondas. El parque, cuyo nombre no recuerdo, es grande sí, pero tampoco es nada del otro mundo. Es mucho mejor Los Jardines de Luxemburgo o el Parque de las Tullerías, ambos de París o el Vondelpark de Ámsterdam. Tiene una buena parte dedicada a los niños y al deporte con buenas instalaciones. Al final, hay un gran lago con patos y nos dedicamos a descansar sentados mientras les damos comida y la tarde va cayendo sobre nosotros. Es la hora de volver a la pensión para cenar, darnos una ducha y descansar.




13 DE AGOSTO DE 2008


Nuestro querido Mazda 6 hoy nos llevará a Innsbruck, la capital del Tirol. Cuando llegamos allí está nublado, llueve y hace 16º de temperatura que incita a ponerte la chaqueta. Lo primero encontrar alojamiento, a ver si tenemos suerte y encontramos otra pensión, ya que es más barato que un hotel, la atención es genial y los desayunos ni os cuento...Nos acercamos a las afueras y al lado de un hermoso campo de girasoles encontramos un sitio para dormir, como siempre con baño privado y desayuno, aunque es un poquito caro 70 €. Pero bueno, nos quedamos.


Nos vamos al centro de la ciudad. Está llenísimo de gente, sobretodo italianos, aunque nos cruzamos con algún español para no variar. De momento en el único sitio donde no hemos oído hablar en español es en las Minas de Sal de Berchtesgaden y en Königsee. Tiene un montón de tiendas de souvenirs, y como ha sido recientemente la Eurocopa que se ha celebrado allí, tienen mucho que ver con el fútbol. Caen las primeras fotos, las primeras postales y la bufanda del equipo Tirol de Innsbruck para la colección de Javi. También compramos un osito pequeño de peluche que si le apretas canta el típico canto tirolés.




En la parte antigua de Innsbruck encontraréis edificios con preciosas fachadas barrocas y rococós, bastante recargadas. Entre ellas encontramos la Casa del Tejado de Oro, que alberga un museo con obras de arte principalmente religiosas. Lo que nos llama mucho la atención es que en las tiendas hay muchísimos adornos de navidad, aunque aún falta mucho tiempo para ella. Son preciosos y lujosos, y obviamente caros. Debe ser precioso todo esto en navidad.



Como es la hora de comer, decidimos ir a la pensión a comer de nuestras provisiones y descansar un rato. Por la tarde primero vamos a visitar el tobogán desde el cual se hacen saltos alpinos en invierno, dado que Inssbruck ha sido más de una vez sede de los juegos olímpicos de invierno. Está en las afueras de la ciudad rodeado por un parque y la entrada es gratuita. Hacemos fotos, leemos los carteles que explican un poco su historia y capacidad (aunque no lo parece en la grada caben miles de personas) y también Javi hace algún vídeo. Vemos un pequeño funicular que sube hasta arriba, desde donde se hacen los saltos. Tiene que haber buenas vistas desde ahí, pero como no sabemos si hay que pagar o qué lo descartamos. Luego nos vamos a las afueras de la ciudad, hacia los Cristales de Swarovsky, un bonito museo donde se exponen numerosas piezas realizas por este artista. El parking, gratuito, está repleto de coches y autocares y nos cuesta encontrar sitio. La entrada al museo es muy bonita, tiene incluso una figura hecha de césped, por cuya boca sale una bella cascada, pero la entrada es cara, unos 12 € por persona, total para ver estas piezas que probablemente se puedan ver en las tiendas de la misma marca. No entramos, pero paseamos por unos jardines que hay alrededor y donde hay varias pequeñas exposiciones gratuitas. Después de esto, decidimos volver al centro de Innsbruck para terminar de pasar la tarde y volvemos a la habitación donde cenamos y descansamos hasta el día siguiente.

14 DE AGOSTO DE 2008


El desayuno vuelve a ser casero y delicioso, muy bien atendido por la señora de la casa. Antes de coger el coche hacemos unas cuantas fotos al campo que tenemos de girasoles enfrente, cuyo color verde hace contraste con las montañas llenas de niebla del fondo. Hoy también está nublado.



Partimos hacia Viena, nuestro próximo destino. Al llegar a la ciudad, hace sol, un día totalmentedespejado y 30º de temperatura, totalmente distinto a nuestra visita anterior. Enseguida encontramos un Etap a las afueras de la ciudad y preguntamos por la habitación, que sale a 50 € sin desayuno. Hay sitio, así que nos instalamos.








Luego nos vamos al centro de la ciudad y comemos en un McDonald's. Recorremos las calles peatonales donde están todas las tiendas de ropa internacionales (Bershka, etc) y poco más adelante las de marcas exclusivas. Vemos la Stephansdom (Catedral de San Esteban) por fuera, con su peculiar mosaico en el tejado, el Hofburg (donde residió la emperatriz Sisí), el Museo de Historia, la Karlskirche o Iglesia de Carlos, el barrio de los museos, pasamos por la ópera, etc. Nos pasamos la tarde entera viendo todos los monumentos del centro de la ciudad pero sólo por fuera. A estas alturas el presupuesto está ya un poco maltrecho y hemos de elegir entre unos sitios para visitar y otros y yo prefiero ver mañana el Palacio de Schönbrunn, donde Sisí también pasó algunas temporadas.






Cuando ya nos hemos pateado todo el centro, cogemos el coche y nos vamos al Estadio Ernest Happel, donde España ganó la final de la Eurocopa. Está abierto pero no nos dejan pasar porque están haciendo obras, así que hacemos una foto desde fuera. Nos sorprende el atardecer paseando por sus alrededores y por un centro comercial cercano. Esta noche también cenaremos en el hotel.


15 DE AGOSTO DE 2008


Vamos a basar el día de hoy a visitar el Palacio Schönbrunn, o Palacio de la Fuente Bonita en español. El día amanece nublado, aunque hace calor. Aparcamos en el parking de fuera, esta vez es de pago y nada barato. Hacemos la cola para comprar los tickets. Hay varias entradas diferentes: unas son solo para ver el palacio, otras tienen acceso al palacio y los jardines que lo envuelven, otra más, a parte de esto tiene entrada al Zoo de la ciudad, que está también ahí dentro y luego hay otra más que aún engloba más cosas pero no me acuerdo. Estas dos últimas sirven para dos días o tres. Lo bueno en Alemania y Austria es que hay precios muy económicos para familias. Incluso se podría decir que sale mucho más barato ir en familia que en pareja, pero nosotros solo somos dos, así que no tenemos descuento. Escogemos la entrada que nos da derecho a visitar el interior del palacio y los jardines y edificios colindantes. El precio es aproximadamente unos 18 €.


Como viene siendo costumbre en estas vacaciones está prohibido hacer fotos en el interior, así que estas fotos que os pongo aquí son de Internet.


Este opulento palacio fue terminado en 1700 y la emperatriz Maria Teresa pasaba allí las temporadas de verano y se encargó de su ampliación y decoración, que a veces resulta demasiado recargada. Nuevamente nos quedamos admirados ante tanto lujo y sus arañas de cristal, mobiliarios, tapices, cuadros y techos, todo con mil y un detalles. La llamada Sala de los Espejos es una gran y bella estancia donde se celebraban bailes y donde Wolfang Amadeus Mozart ofreció su primer concierto a la realeza con apenas 6 años. Como curiosidad, os cuento que en el Gabinete Rendondo Chino, otra de las salas, hay una mesa redonda. Esta mesa podía subir y bajar a través del suelo para servir la comida, para que los criados no interrumpieran las reuniones. Otra cosa que me llama la atención es una mesa enorme como las que salen en las películas perfectamente puesta con todos los detalles como si se fuera a celebrar alguna comida.




En los jardines está la Fuente de Neptuno, por la que debe el nombre el palacio, un laberinto, la casa de palmeras y la Glorieta. Desde ella, las vistas de Viena son impresionantes. Al final de nuestro recorrido tenemos acceso también a un pequeño local donde se hace cada 15 minutos una demostración de cómo se prepara el famoso Apfelstrudel y donde puedes hacer una pequeña degustación de esta famosa tarta hecha con manzanas. La sala donde se efectua esta presentación es una cocina con pequeñas mesas como en una cafetería. Y empieza la demostración. Primero explican los ingredientes que lleva y van haciendo la mezcla y la pasta mientras explican cómo se hace. Al final la hornean y van pasando por las mesas dando un pedazo a cada uno. Está muy bueno, pero a mí me resulta un poco empalagoso. Al salir nos dan la receta del Apfelstrudel y puedes comprar en la tienda.


Nos hemos pasado la mañana entera visitando el palacio. Son las 2 de la tarde y decidimos ir al vecino país de Eslovaquia para visitar su capital, Bratislava que se encuentra a tan solo 80 kilómetros de aquí, ya que no nos queda mucho más por hacer en Viena.


Pagamos la viñeta de rigor para poder acceder al país y en poco nrato ya estamos en Bratislava. Lo prim ero que nos sorprende es que cuando encendemos la radio del coche para ver qué música hay por estos lares, nos sale una canción del grupo Dominicano Aventura. Bratislava es pequeñita y a parte del casco antiguo, muy pintoresco por cierto, hay poco o nada para ver. Cambiamos unos cuantos euros en la primera casa de cambio que vemos, ya que la moneda oficial es la Corona Eslovaca pero pronto nos damos cuenta de que no hay problema en pagar con €. Buscamos un sitio para comer, que ya hace rato que hay hambre, y decidimos probar una especialidad del lugar, que se trata de carne con una salsa exquisita. El día se está poninedo muy oscuro y se levanta un viento algo fresco, pero parece que de momento la lluvia nos va a respetar. Después nos dedicamos a pasear por sus calles peatonales hasta la plaza central, donde hay un montón de puestos de souvenirs. Entres sus calles hay una estatua de hierro muy curiosa, un hombre saliendo de una alcantarilla. Así pasamos la tarde y nos lo tomamos con muuucha calma.



Al volver al coche vemos el castillo de la ciudad, que se parece bastante al de Salzburgo. Imaginamos que debe ser parecido y además el camino parece peor que el de allí, así que obviamos la visita y nos volvemos a Viena.





Cuando llegamos a Viena son más de las 7 de la tarde y vamos derechos a ver la Hundertwasser Haus, un edificio que creó el arquitecto con el mismo nombre con formas curvas y vivos colores. Destinados a viviendas para gente, se inaguró en 1985 bajo un nuevo concepto arquitectónico que relacionaba ecologismo y bienestar. Hacemos unas cuantas fotos a esta peculiar fachada y se hace la hora de irnos a cenar y descansar. Nuestro próximo destino es Praga.




















































































































































































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