jueves, 11 de marzo de 2010

SPLIT-MOSTAR-SARAJEVO

12 DE AGOSTO DE 2009



Nos fuimos pronto de Rakovica. Antes por supuesto, buscamos a la mujer para pagarle y despedirnos. Nos agradeció la visita y nosotros la estancia, como pudimos y nos regaló una botellita de cristal con una especie de aguardiente que hacen ellos de producción casera. Ya al volver de las vacaciones lo probamos y era realmente fuerte. La botellita es muy mona, está como inclinada. Nos fuimos muy agradecidos de allí, nos trataron como en casa y lo recomiendo a toda la gente que vaya por allí. Si buscáis en la página de Adriatica.net alojamiento para los lagos, la encontraréis con el nombre de Rakovica. Además sale la foto de la casa, que está en la entrada anterior. De hecho la hospitalidad de la gente es una de las cosas que mejor recuerdo del viaje.





¡Allá vamos Split! Después de unas tres o cuatro horas de viaje llegamos al hotel, que no estaba justamente en Split, sino en Podstrona, el pueblo de al lado. Nos costó de nuevo unos 60 €, parking gratis y se supone que Internet también, aunque no pudimos conectarnos. La habitación contaba con una pequeña cocina ¡y aire acondicionado!, que no dudamos en encender nada más llegar. Justo abajo había un supermercado y decidimos comprar alguna cosa para hacer la comida y marcharnos a explorar la ciudad después de comer. Fuimos por el camino fácil: la pasta. Hicimos pasta con frankfurt y una salsa de tomate con atún buenísima. Nos costó mucho encender el fuego, ya que era una de esas vitrocerámicas antiguas que tardaba muchísimo en calentarse y muchísimo en enfriarse.




Después de comer nos fuimos a Split. Nos costó un poco encontrar el centro y aún un poco más encontrar aparcamiento, y cuando lo hicimos era zona azul. La hora creo que costaba 30 céntimos de €, acostumbrados a Barcelona, esto era casi un chiste, así que tampoco nos importó pagarlo. Cerca de donde aparcamos había una playa. Ya íbamos preparados para bañarnos y además llevábamos siempre una bolsa con toallas y los utensilios básicos para ir a la playa, por si acaso. Si tenéis en cuenta que nos encanta la playa y después de tantos días de calor, estábamos esperando la costa como agua de mayo. No era la mejor playa que habíamos visto pero estaba muy bien, para estar en la ciudad. El agua estaba limpia, el único problema era que para que cubriera había que andar y andar hasta que te cansabas, cosa que no pasaba con el resto de playas que vimos, que cubrían enseguida. El baño nos sentó de perlas, más que bien. El agua estaba tan fresquita y nosotros tan acalorados... Claro que la sensación de frescor nos duró poco después de salir del agua. Pero bueno, algo es algo. Justo cuando decidimos marcharnos se nubló un poco pero la temperatura no bajó ni un grado.




Nos encaminamos al centro histórico siguiendo las indicaciones de las señales. Pasamos por una estación de autobuses que hacían rutas a todo el país incluso al extranjero. Un montón de señoras mayores ofrecían habitaciones, había carteles por todas partes, lo que nos hizo pensar que a lo mejor no era tan difícil encontrar alojamiento por mucho que en verano esté atestado de turistas. Nos encontramos de bruces con un mercadillo supergrande, especialmente de ropa pero también de souvenirs que nos ocupó una hora entera verlo. Bajando una de las calles del mercado fue precisamente cuando nos encontramos con la Puerta Argéntea que da entrada al Palacio de Diocleciano. Por esta puerta entraban los soldados a palacio. El casco antiguo de Split se asienta sobre este palacio. Diocleciano era un emperador romano, nacido precisamente en Dalmacia y era conocido por su extrema crueldad, especialmente con los cristianos, a los que echaba sin contemplaciones a los leones siempre que tenía ocasión. Mandó construir un palacio a las orillas de Split para acabar allí sus días, rodeado de su belleza. No escatimó en lujos para ello, incluso obtuvo esfinges egipcias. El famoso campanario que sale en todas las postales de Split pertenece a la catedral de Sv Dujan, a la torre de la cual se puede subir por menos de 1 €. Nosotros no subimos.




La parte central es el Peristilo, una sala rectangular que era parte de las dependencias privadas del emperador y que hoy es el centro neurálgico de la ciudad y el punto de reunión. En una esquina, al fondo, al lado de los sótanos es donde se encuentra la oficina de turismo, donde obtuvimos un plano de la ciudad vieja. Al lado de la oficina, hay unas escaleras que bajan al vestíbulo y los sótanos. Aunque hoy está repleto de puestos para comprar recuerdos, los sótanos eran espacios reservados para las habitaciones del emperador, con un teatro privado y jardines. Por un precio muy bajo se puede visitar una parte, que es donde se encuentran todas las piezas arqueológicas que se encuentran constantemente en las excavaciones. Split es una ciudad espléndida, verdaderamente bella. Sus calles son de mármol blanco y entre ellas corre una agradable brisa que hace las delicias para los caminantes acalorados como nosotros. Las callejuelas están plagadas de tiendas, bares, heladerías y restaurantes.También pasamos por el museo de la ciudad, cuya entrada era 1,50 €. A Javi no le apeteció entrar pero yo quería saber más de esa ciudad. Las indicaciones estaban todas en inglés y en croata. Sobretodo habían trajes regionales de todas las partes de Croacia, utensilios y monedas. Algunos paneles explicaban algunos pasajes de la historia croata. Incluso había una habitación de época decorada. Estaba sola y me encontraba a mis anchas descubriendo cada rincón. Era pequeño y en media hora lo vi sin problemas. Mientras Javi se entretuvo haciendo fotos y descansando mientras bebía sin respirar una botella de agua de dos litros. Cuando yo salí compramos otra porque estábamos deshidratados y no había manera humana para aplacar nuestra sed. Al lado del Peristilo habían varios cuadros expuestos en la calle a cada cual más bonito. Nos costó un poco pero al final nos decidimos por uno de unos delfines saltando en una playa con la luna llena al fondo por solo 20 €. Compramos varios recuerdos en las tiendas de al rededor.




Siguiendo el itinerario marcado por el plano salimos por la Puerta Férrea, que nos lleva al paseo marítimo. Paseamos a lo largo de él, con sus terrazas y gente paseando hasta que llegamos a la Torre del Reloj y a la trg Republike, la plaza de la República. A esta plaza rectangular se accede por unas escalinatas desde el paseo marítimo y está rodeada de fachadas neorrenacentistas y pórticos; conecta con el casco antiguo por una puerta a la derecha. Hay otras dos zonas que quizás son interesantes, aunque nosotros no las vimos: una es el antiguo barrio de pescadores, cerca de la plaza de la República y la otra es la zona de Marjan. Marjan nos quedaba muy lejos y teníamos que pegarnos una gran caminata. Se nos iba a hacer muy tarde, por tanto optamos por seguir paseando. Según la guía es un gran parque donde se encuentra el Museo Arqueológico y el Museo Marítimo, entre otros. Se fue haciendo tarde y empezamos a buscar un sitio para cenar. Consulté mi guía para ver qué nos recomendaban, buscando como siempre probar las especialidades del país. Fuimos a uno que tenía muy buena pinta, era un muy buen restaurante y además los precios estaban más que bien, pero estaba a petar y no se podía acceder sin reservas, así que buscamos otro. Este era más tipo taberna, más recogidito y con menos gente, pero muy acogedor. La especialidad era el pescado, como en toda la costa dálmata, así que nos quedamos y probamos varias raciones de pescado cocinado de varias maneras, que nos encantó.




Cuando salimos del restaurante ya era noche cerrada y nos gustó por fin, poder disfrutar de una ciudad por la noche. Normalmente estamos tan cansados que, aunque lo intentamos, no somos capaces de dar una vuelta después de cenar. Esta vez era fácil porque teníamos que andar obligatoriamente hasta el coche, pero volvimos a recorrer de nuevo el casco antiguo, iluminado, con muchísimo ambiente, quizás demasiado. Nos tomamos un riquísimo y barato helado, que aquí como en Italia, son muy buenos. Hay que pensar que toda la costa croata está fuertemente influenciado por Venecia, ya que los dominaron durante siglos. El paseo marítimo estaba precioso. Ya eran más de las 10 y teníamos ganas de volver al hotel para ducharnos y descansar.




Adiós, Split, nunca te olvidaremos.



13 DE AGOSTO DE 2009




Para mí hay un antes y un después de este día. Y no sabría deciros por qué. Desde que supe que íbamos a ir a Bosnia, me ilusioné mucho y empecé a leer un montón de cosas sobre el país, intentando dejar a un lado la guerra, que era bastante difícil. Parece que este país no tenga otra historia que la famosa guerra de los Balcanes. El camino fue largo y pesado. Supongo que Bosnia pensaba que lo bueno se hace esperar y así nos lo hizo saber. Al salir de Split ya empezamos a abandonar la costa y a adentrarnos en el interior. Enseguida el paisaje cambió y empezó a ser más rocoso, aunque luego se volvería más verde. El primer reto: pasar la aduana. Esperaba una aduana mayor, no sé como la de Francia o Italia. Pero no, solo había una pequeña caseta con una barra que subía y bajaba dejando pasar a los coches. Estuvimos un buen rato haciendo cola. La caravana era larga, tanto para salir como para entrar y habían muchos camiones. Por fin llegamos y alargamos los pasaportes, pero algo pasa. El policía nos dice algo pero no lo entendemos. La situación se pone un poco tensa. Al final, medio en italiano nos dice algo de la carta verde, se la entregamos. Es la primera vez que nos la piden desde que hicimos la primera ruta, imagino que porque hasta ahora siempre habíamos estado en la Unión Europea o casi (porque Suiza, aunque no lo sea, no lo parece). Para horror nuestro está caducada, entonces le preguntamos si nos tenemos que volver a Croacia. Por un momento pienso que el sueño de Bosnia tendrá que quedar para otra vez.




En los blogs e información que encontramos en Internet sobre Bosnia nos advertían de la dureza de la aduana, la corrupción de la policía y la frecuencia de radares móviles. Lo tercero se cumplió pero las dos primeras cosas, afortunadamente no. El policía de la aduana nos dijo que no, que podíamos pasar pero antes teníamos que hacer una especie de carta verde provisional por 20 €. Ah bueno si solo es eso!... Una chica muy amable nos la hizo y hablamos un poco con ella, suerte que ella dominaba bastante mejor el inglés. Una vez hecho seguimos nuestro camino. En estos lares el GPS no funciona, simplemente nos lleva a Sarajevo pero una vez allí, nos tenemos que apañar. Si es así en la capital, imaginaos el resto del país, pero la ventaja es que para llegar a Móstar, Sarajevo y en realidad a casi todas las partes del país, es que no hay pérdida. Sólo hay una carretera principal que lleva a todos los sitios donde cada ciertos kilómetros hay un poste de madera anunciando los que quedan hasta Móstar y Sarajevo. Nos llama la atención que, al adentrarnos en el país, aún hay pinceladas comunistas y... Ya que debajo de cada cartel donde pone algo en Bosnio, abajo está en Ruso o algo. Un idioma que no conocemos, vaya. Más tarde descubrimos que este idioma no es otro que el serbio, que además aparece tachado por todas partes.




Llegar a Sarajevo es un poco una odisea. No está a muchos kilómetros de Split, a menos de 300, por lo que, en principio deberíamos llegar en menos de tres horas, pero eso sería en caso de una autopista y aquí no existen ni autopistas ni autovías, ni nada que se le parezca. Es una carretera nacional, en realidad no es mala, no está en mal estado. Puedo aseguraros que aquí, en España, hay carreteras mucho peor. Como os decía no está mal, pero tiene muchas curvas, sólo hay un carril para cada sentido, con arcén eso sí. El límite máximo es de 70 por hora, así que es ir a paso de tortuga y mejor no traspasarlo porque, tal y como decía la gente en los blogs y como pudimos comprobar, hay muy a menudo coches de policía con radares móviles. No tenemos ganas de pagar multas. Para colmo de vez en cuando nos toca algún camión cisterna o tráiler y hay momentos en que vamos a 40, desesperante. Pero lejos de agobiarnos (estamos de vacaciones) disfrutamos de las vistas y de las sorpresas que nos va descubriendo este país. Ya empezamos a ver las primeras mezquitas, que son como las de Estambul y el paisaje es cada vez más y más verde. Espero encontrar un país pobre, porque entiendo que a parte de tener un nivel económico más bajo, los ecos de la guerra aún son bien audibles. Espero encontrar todavía casas en ruinas y coches destartalados.




Hay algunos coches extranjeros, pero pocos y españoles os puedo asegurar que ni uno. La carretera no se adentra en pueblos, por lo tanto es más difícil hacerte una idea de cómo está todo, pero va pasando por casas aisladas, aldeas que sí que tienen casas viejas y algunos coches destartalados pero no de la manera que esperaba. Sí, no tienen coches nuevos como los que tenemos aquí pero la sensación de inseguridad con la que venía, desaparece y tampoco sé por qué. Sobre las dos de la tarde, después de 5 horas, llegamos a Móstar. Por suerte, el puente y el casco antiguo está bien indicado y aparcamos el coche cerca, justo al lado de un banco, donde aprovechamos para cambiar dinero. Caemos en la cuenta de que ya no estamos en Europa, sino que nos hemos adentrado en el mundo árabe. La parte antigua de Móstar es toda de un rebaladizo mármol con el que tienes que tener cuidado si no quieres caerte y está llena de tiendas que venden lámparas de aladino, velos, pañuelos para la danza del vientre y un sinfín de cosas que hace que pienses que en vez de encontrarte en Europa, estás en Oriente. Hay también algún puesto donde venden cosas de la era soviética, como por ejemplo los famosos gorros rusos, pósters, condecoraciones, pins, etc. Las calles son estrechas y es un sitio precioso, eso sí, abarrotado de gente. Increiblemente oímos a más de uno hablar en español. Pronto llegamos al famoso puente que ha sido derribado una y otra vez en las diferentes guerras por las que ha pasado la ciudad: Guerras Balcánicas, I Guerra Mundial, II Guerra Mundial y por último la guerra de los balcanes. Debajo pasa el río Neretva.







Este puente data del siglo XVI y la última reconstrucción fue en 2004. El sol es abrasador y no paramos de sudar. Después de cruzar el puente llegamos a la Mezquita Koski Mehmed Pasha, que data del 1618. Es una muy pequeña pero bonita y pintoresca mezquita, a la cual para acceder tuvimos que pagar 4 €, pero no nos importó. Tenía tantas ganas de saber cómo era una mezquita por dentro...Al contrario de lo que yo pensaba no tuve que ponerme un pañuelo para entrar. Tampoco te dejan entrar mucho, supongo que para que no ensuciemos las alfombras con los zapatos sucios. No sé si es que está destinada más bien a turismo o si también se usa para rezar. Accedimos al minarete (la torre de la mezquita que tiene forma de misil) por una tortuosa y claustrofóbica escalera que nunca se terminaba. Para subir y para abajar acababas con un mareo terrible, solo cabíamos subiendo en filas de uno en uno, pero si se cruzaba alguno por la escalera bajando o subiendo había que hacer verdaderas maniobras. Desde la terraza del minarete es desde donde se obtienen las famosas vistas del puente. Afortunadamente aquí corre una apetecible brisa, porque hace un calor de muerte. De hecho os diría que fue el día más caluroso de todas las vacaciones, aunque tiene seria competencia, porque mira que hemos pasado calor este año. Después de hacer varias fotos emprendemos la bajada y el camino poco a poco al coche.




Me hubiera gustado saber más de la ciudad, pero es lo que hay. De verdad es preciosa y no os la debéis perder. Cuando cogemos el coche para volver a la carretera que nos llevará a Sarajevo, vemos las huellas que la guerra dejó en la ciudad. Aún hay numerosos edificios cosidos por las balas, en ruinas, como un testigo silencioso de lo que ocurrió. Da mala impresión y probablemente traiga horribles recuerdos a los habitantes. Es la peor parte de Bosnia, pero también existe y hay que tenerla en cuenta.




El último tramo hasta Sarajevo se hace interminable, pero el paisaje es realmente bonito, ya que estamos atravesando el valle de Jablanica. Cuando entramos en la capital bosnia, mi corazón se acelera. También veo el paso de la guerra por algunos edificios y me voy dando cuenta poco a poco de lo enorme que es la ciudad. Desde el inicio hasta el centro hay ni más ni menos que 10 km. Llegamos al centro y Javi se aparta donde puede para que yo pueda ir a la oficina de turismo, a ver si al menos nos pueden dar un plano para situarnos y algún tipo de información. Pero la zona es un pequeño caos de coches, autobuses, incluso el tranvía, que no paran de pitar y adelantarse unos a otros. Es una pequeña locura. La oficina de turismo es un mostrador de madera con dos folletos y el plano del casco antiguo. Hablo con la mujer de la recepción pero de inglés poco, así que lo único que consigo es un plano del centro donde destaca los edificios más importantes y le pregunto por la dirección de la pensión y me lo explica pero yo no me entero mucho. Empezamos a dar vueltas, intentando encontrarla, pero estamos más perdidos que un gato en una fábrica de sifones. Por fin damos con un policía bosnio y le pregunto por la dirección, intenta explicármelo pero tampoco sabe inglés y yo bosnio menos. Señala el coche, como diciendo "me subo", pero abre la puerta trasera y ve el desorden que hay allí y se ríe, yo le pido que se siente delante y con gestos nos lleva justo a la puerta de la pensión. Ha sido muy amable y queremos darle una propinilla pero nos la rechaza. Para que digan que la policía bosnia es mala, pues hemos tenido bastante suerte.








Os voy a dar la dirección de la pensión: Skend Guesthouse, Tekija 12. Yo la encontré en Booking.com por 45 € con desayuno. Me pareció muy barata y, como al principio no me fiaba demasiado de la ciudad, miré las opiniones que habían sobre este alojamiento y todo el mundo lo ponía por las nubes, así que lo reservamos. Y no se equivocaban. Tiene un parking gratuito al aire libre, pero es mejor dejarlo en uno público de pago subterráneo que cuesta 6 € al día. Internet es gratis. Lo regenta un matrimonio y su hija y son especialmente amables, te tratan como de la familia y es muy agradable estar allí. Nada más entrar te dejan unas zapatillas para que no entres con los zapatos de la calle, ya que está todo lleno de alfombras y muy limpio. Estas zapatillas se han de devolver cuando salgáis y cuando entréis os las volverán a dar. La mayoría de habitaciones tienen baño privado y no son nada pequeñas y está todo muy muy limpio. Para cualquier cosa le podéis preguntar a cualquiera de los dos dueños: la mujer habla bastante bien inglés y el hombre chapurrea el italiano, pero os podréis entender con él sin problemas. Además los españoles somos muy queridos aquí. La pobre mujer, de unos cincuenta y tantos no paraba de decirnos que quería mucho a España, que habíamos ayudado mucho aquí de muchas maneras, y me sentí muy orgullosa la verdad.





Después de instalarnos, nos fuimos enseguida a recorrer la ciudad, que ya se nos había hecho algo tarde: las 5. De la pensión al centro habían unos 20 minutos andando. Y os aseguro que me sentí muy segura en todo momento en la ciudad, bueno me encantó para qué mentiros. El barrio turco es el centro histórico de Sarajevo y se compone de estrechas y peatonales calles de estilo medieval llenas de productos artesanos y talleres donde se trabajan las cerámicas y teteras que se venden. La mayoría de la población es musulmana y se nota por las vestimentas, pero no debemos olvidar que son europeos y su raza por tanto es esta. Y acogen muy bien a los turistas. Hay una efusividad con el Barça que no veas y a Javi todo el mundo le pregunta que dónde se ha comprado la camiseta, que ellos también quieren una. Hay también una mezquita bastante más grande que la de Móstar, con un gran patio y una fuente. Al pasar la primera vez está cerrada y al volver están llamando a la gente para que acuda a rezar. Son todo hombres lo que hay y no me parece adecuado entrar, por respeto hacia ellos, ya que para mí es un divertimento turístico, pero ellos van a rezar y es un deber, así que me abstengo de entrar, pero puedo ver la mezquita a través de la puerta que está abierta. Es muy bonita.





Tenemos hambre y vamos buscando algún sitio para comer, y pronto encontramos un restaurante con mesas en un patio. Yo me dejo aconsejar por el camarero para probar una especialidad bosnia y Javi se decanta por una pizza. Mi plato es algo parecido a un estofado y está muy bueno, pero con las calores que hacen hubiera preferido algo más fresquito. Con bebidas incluidas nos cuesta 10 €, precio que nos cuesta creer de lo barato que es. Pasamos la tarde entera paseando por las calles y nos encontramos varias veces con un chico con la camiseta blaugrana, que a ver la de Javi, nos saluda. Nos va cayendo la noche y al final, cuando nos disponemos a volver al hotel, nos lo volvemos a encontrar y le pide a Javi que se hagan una foto. Le preguntamos de dónde es, pero con signos nos dice que es sordo, así que nos quedamos sin saber de dónde es, pero tenemos la impresión de que él y su amigo son turistas como nosotros. Son valientes al recorrer el mundo así. No porque crea que por su discapacidad no puedan hacerlo, por supuesto que sí, pero tiene una dificultad añadida.




Ya de vuelta a la pensión pasamos por el famoso puente donde comenzó la primera guerra mundial, al asesinar al archiduque Francisco Fernando del imperio Austro-Húngaro. Y aquí finaliza nuestra aventura bosnia. Me da mucha rabia haber estado tan poco rato, y no tener una guía que me explique cosas del país y de la ciudad, y que me diga qué hay para visitar. Sé que al principio de la ciudad, a la entrada hay unos túneles que se pueden visitar que servían de escondite y por donde entraban las provisiones durante la guerra de los 90, pero no dio tiempo.




Al día siguiente desayunamos en una de las cocinas comunes, mientras la señora de la casa nos servía un completo desayuno y tuvimos la oportunidad de conocer mejor Bosnia. Esta experiencia es la que más me gustó de todo el viaje. Coincidimos para desayunar con Andrea, un chico italiano de Turín que está trabajando en Sarajevo desde hace unos 7 años en una empresa que ayuda a Bosnia en muchos sentidos: económicos, educativos, democráticos, derechos humanos, etc. De hecho de camino hemos visto que se está construyendo una autopista y le preguntamos. Se está haciendo con fondos de la Unión Europea, aunque Bosnia no forma parte de ella. En un perfecto español, nos hace un resumen de cómo se encuentra el país durante el desayuno. El lugar más próspero es la capital, donde hay más pobreza es en los pueblos, pero en general el nivel de vida está subiendo poco a poco y la gente está consiguiendo salir adelante bastante bien. Nos pregunta si vamos a ir a Belgrado, que es una muy bonita e interesante ciudad, pero no puede ser. Quizás en otra ocasión...También sabemos gracias a Andrea que el idioma raro de los carteles que pensábamos que era ruso, es serbio. Entiendo que lo tachen, teniendo en cuenta que no se llevan demasiado bien, después de las atrocidades cometidas por estos en la guerra. Terminamos de desayunar y nos despedimos de Andrea, deseándole lo mejor y prometiendo pasar por Turín. Y la señora de la casa nos despide muy efusivamente mandando muchos besos a España. Dice: I love U España, I love U España.



Volvemos hacia Croacia de nuevo, a Dubrovnik.



No os he contado una cosa, y es que Croacia y Bosnia está plagada de cementerios y lápidas por todas partes. Supongo que es normal, pero a mí me impresiona mucho. Me entristece.

2 comentarios:

  1. Gracias amigos por contar vuestra experiencia. Pensamos viajar ahí el próximo año y busco datos sobre el tema. Desde Chile un abrazo.

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    1. Hola Carlos, muchas gracias. Si necesitas información, ponte en contacto conmigo si quieres a mi mail olga070882@hotmail.com

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