sábado, 13 de marzo de 2010

DUBROVNIK-KORCULA

14 DE AGOSTO DE 2009

Adiós Bosnia y hola Croacia de nuevo. Vamos hacia Dubrovnik. En Split se acaba la autopista de Croacia y a partir de ese punto, para bajar hasta esta ciudad, hay que seguir una carretera muy parecida a las cuestas del Garraf. La verdad es que las vistas son agradables pero para recorrer pocos kilómetros se tarda bastante. Hay que pasar por la aduana de Bosnia una vez, ya que vamos a atravesar una pequeña parte. Hay poca caravana por suerte, nos miran los pasaportes y seguimos. Llegamos a Dubrovnik sobre las 2 de la tarde y también nos cuesta horrores encontrar la casa donde nos vamos a alojar esta noche. El GPS se pierde. Al final la encontramos, es una urbanización que está en una colina y la playa se ve allá abajo a lo lejos. La señora de la casa nos recibe con un zumo fresquito muy apetecible en la terraza, donde da sombra y sopla un airecito buenísimo. Hablo con ella en inglés, que lo hace muy bien. Le explico un poco la ruta que estamos haciendo y dice que el centro de la ciudad nos gustará. Después de estar un rato le pido que nos lleve a la habitación. Es muy sencilla con mobiliario viejo, sin tele y sin aire acondicionado. El baño está justo al lado y es compartido, pero no nos importa.









Comemos de nuestras provisiones y nos bajamos a la playa. La señora de la casa nos explica que simplemente es tirar todo recto calle abajo. Nos aconseja también que al centro vayamos en autobús, que hay una parada cerca con buena frecuencia de paso y que mejor que no nos llevemos el coche porque no se puede aparcar en casi ningún sitio y donde se puede, es de pago y caro. Aunque me gusaría saber qué significa para ellos caro. La bajada a la playa se hace interminable con el sol de justicia, sudando sin parar y deseando zambullirnos. Nada más llegar nos tiramos de cabeza y la sensación de bienestar es plena. Cuando nos hemos refrescado un poco nos vamos, porque si no, se nos hará tarde. Si la bajada a la playa se hace interminable ni os cuento la subida hacia la casa por calles tan empinadas que nos cuesta avanzar. Al llegar estamos tan empapados en sudor que nos damos una ducha rápida para irnos a la ciudad y no hay ningún problema porque, aunque se supone que el baño es compartido, está vacío siempre que lo queremos utilizar.





Enseguida encontramos la parada de autobús y al poco rato llega uno. El casco antiguo está totalmente amurallado y es peatonal. Tenía razón la mujer de la casa: es preciosa y nos encanta. Como en Split, la ciudad entera es de mármol. Accedemos a ella por la Puerta Pile, que tiene un puente levadizo. Una vez dentro, a la izquierda hay que subir las escaleras de la muralla (7 € por persona) que nos llevan en un paseo por todo el alrededor. Delante del comienzo del paseo está la Velika Onofrijeva Fontana, una gran fuente de 16 grifos de la época medieval. El paseo por la muralla es agotador pero da muy buenas vistas del casco antiguo y del mar. Tardamos unos 45 minutos en terminar el recorrido que siempre es escaleras arriba y es agotador. Después ya nos encaminamos por la Placa, la calle central, llena de tiendas que no dudamos en visitar y nos vamos perdiendo, y naturalmente enamorando de sus calles. Es una ciudad realmente bonita, no me extraña que la llamen la perla del Adriático, aunque según la guía hay muchas "perlas del Adriático". En estas estamos cuando nos cae la noche y decidimos buscar un sitio para cenar.


Vuelvo a consultar la guía a ver si me da algún consejito y varios de los locales que nos recomienda están cerca. En el primero no hay sitio, pero en el segundo sí y como hace una noche tan agradable decidimos cenar en la terraza. Aprovechando que estamos en la costa vamos a probar los mariscos y el pescado croata. De primero yo me pido una ensalada y Javi pasta. De segundo escojo unas cigalitas a la plancha y Javi un pescado también a la plancha. Por los platos, los postres y las bebidas pagamos un precio que al cambio son unos 60 €. Es la cena más cara de todas las vacaciones pero sin ninguna duda vale la pena. Después paseamos un ratito más por las calles iluminadas de la zona peatonal y volvemos a la parada de bus para volver a la casa.








15 DE AGOSTO DE 2009

Hoy empieza nuestra vuelta a casa, que se hará en varias etapas. Nuestra próxima parada es Kórcula, una de las innumerables islas que tiene este increíble país, pero antes volveremos a Dubrovnik para dar una última vuelta. Esta vez vamos con el coche, ya que ya hemos dejado la habitación, y conseguimos aparcar en zona azul cerca de la Puerta de Pile. El coste es de 7 Kn la hora (1 €). Vamos a visitar el Palacio Rector, que por fuera me recuerda vagamente al Palacio Ducal de Venecia, aunque este es mucho más pequeño. Fue utilizado como cárcel y hoy en día está instalado el Museo de la Ciudad, donde se documenta su historia y la manera de vivir de sus habitantes y del rector de la ciudad, objetos y decoración de la época que va desde 1435, año en que fue terminado el edificio hasta el siglo XVIII. Dentro se está muy bien, ya que los fuertes muros de piedra nos protegen del sol de justicia y del sofocante calor que ya se puede sentir, aunque son escasamente las 10 de la mañana. Frente al palacio damos con la Plaza Gunduliceva, donde hay un mercado y pequeños puestos con productos típicos de algunas de las islas de Croacia, como por ejemplo de Pag y de Kórcula o Hvar. De Pag es típico el queso y los encajes, mientras que en Hvar se cosecha lavanda con la que se producen aceites esenciales, perfumes, jabones, etc. También se producen vinos tintos. En Kórcula, en cambio son típicos los vinos blancos.







Después de dar alguna vuelta más por las calles empedradas de Dubrovnik, volvemos al coche para poner rumbo hacia la isla de Kórcula. Para ello tenemos que dirigirnos a una pequeña península hasta llegar al pueblo de Orebic, desde el cual se coge el ferry de la compañía Jadrolinia. También salen ferrys diarios desde Dubrovnik y otras ciudades croatas, pero desde aquí es más barato y además está más cerca. Llegamos sobre las 12 y vamos hacia la taquilla a comprar los billetes: 15 € en total por los dos más el coche. Tenemos suerte, porque hacemos la cola y con el coche y enseguida llega un barco en el que embarcamos. El trayecto dura sólo 15 minutos. Una vez allí nos dirigimos al hotel que teníamos reservado ¡que tiene piscina! todo un lujo. Nos cuesta caro 100 €, un precio excesivo para lo que resulta ser, pero es lo más barato que encontramos en la isla, que por ser tan turística, la verdad es que se aprovechan bastante. De haberlo sabido hubiéramos alquilado una sobe, como les llaman a las habitaciones aquí, que nos hubiera costado la mitad. A mí la palabra sobe, también me hacía gracia, porque pa eso es, pa sobar.





Al llegar al hotel nos damos un buen chapuzón en la piscina, que aunque es muy pequeña y le da el sol de pleno, el agua está a muy buena temperatura. Son las dos de la tarde y estamos completamente solos. La paz y tranquilidad son totales. Comemos en la habitación y después de descansar un rato, nos cogemos el coche dispuestos a descubrir los tesoros de la isla, que según hemos visto en Internet, son muchos, en especial sus calas, porque a parte de esto, poco más hay. Aquí el GPS está muy perdido también, pero por suerte, Javi se imprimió un mapa que encontró en Internet, bastante completo, que nos vino la mar de bien. La isla es estrecha y alargada y el pueblo donde está el hotel, Lumbarda, está en una punta; así que pensamos en ir un poco hacia el sur hasta Vela Luka, el segundo pueblo más grande. Desde allí volveremos pero por el norte, así la recorreremos toda. Poco tiempo después empezamos a ver las impresionantes calas y playitas, eso sí llenas de guijarros, pero preciosas, que hacen que queramos detenernos ya para hacer fotos y pegarnos un baño. Pero no hay sitio para aparcar ni para pararse ni para nada. La carretera es estrecha y no hay espacio.




La primera parada la hacemos llegando al pueblo de Cara, por una carretera que baja a la playa. Para acceder a ella hay que bajar un acantilado no muy alto y de fácil acceso, pero no hay ni un hueco donde dejar el coche. Intentamos dar la vuelta para volver a la carretera y un croata de unos 60 años, con muy malas pulgas por cierto, nos dice algo que no entendemos. Hoy no hay suerte, nos vamos a de allí. Llegamos a Prizba y encontramos un camino donde se puede dejar el coche, por fin, pero los pinos no nos dejan ver nada. Decidimos coger las toallas y caminar un poco a ver que hay por ahí y...¡lo conseguimos! un poquito más abajo hay una playita preciosa donde bañarse. En realidad se trata de dos pequeñas playas separadas por un camino artificial que llevan a una diminuta isla. Pasamos la mayor parte de la tarde bañánonos en sus aguas cristalinas, de un azul turquesa increíble. Por fin un día de relax. Sobre las siete nos vamos a Vela Luka (no sabéis lo que me ha costado sacar a Javi del agua) y damos un paseo por el puerto, donde nos tomamos un delicioso batido y un helado en una terraza. Allí coincidimos con unos catalanes, de Girona, con los que entablamos una corta conversación. Hay poco más que ver allí, además de que parece todo bastante muerto, por tanto, nos vamos hacia Kórcula, la capital.


Kórcula es la capital de la isla y donde se dice que nació Marco Polo, aunque eso no se ha demostrado todavía. Es como Cristóbal Colón, nadie sabe de dónde era a ciencia cierta y todos se pelean por decir de qué ciudad proviene: unos que si era de Génova, otros que si era andaluz, etc. El casco antiguo, también amurallado, se encuentra en una península que, si se ve desde arriba, tiene forma de pez. Es un sitio muy bonito y como ya sólo quedan los últimos rayos de sol, la brisa que corre por sus calles se agradece, después de pasar otro día de calor. Como eran ya las 8 de la tarde o más, poco podemos hacer que no sea pasear y mirar sus pequeñas tiendas de souvenirs, pero hay algún museo, varias iglesias, y también está la que dicen que fue la casa del famoso navegante Marco Polo, hoy convertida en museo, que también se puede visitar. Nosotros lo dejamos para otra ocasión. En una de las tiendas nos ocurre otra anécdota que roza lo paranormal. Estamos con la dependienta, que nos está enseñando un cuadro, y de repente, al otro lado de la tienda se cae un cuadro de la pared, sin que nadie lo haya tocado, ya que estamos los tres solos. Nos miramos y nos da un ataque de risa. La chica nos dice en broma que hay fantasmas, pero ya fuera de la broma, nos asegura que últimamente le pasan cosas muy raras en esa tienda. No podernos irnos de aquí sin comprar la famosa lavanda, la cual aún tengo en casa para ir quemando de vez en cuando, y que deja un aroma exquisito.


Cenamos en una pizzería de la plaza central y paseamos por los alrededores, que están muy animados. Cae otro delicioso helado. Se nos hacen las 11 y decidimos volver al hotel. Desde Sarajevo no he podido conectarme a Internet y aquí aunque el wi-fi es gratis, sólo lo pillamos desde una esquina del balcón. Javi se queda frito pero yo envío un mail a mi familia con las fotos del día, mientras en el hotel de al lado hay una fiesta con una orquesta lamentable que me hace de banda sonora. Poco después caigo yo también.

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