Las vacaciones en Estonia llegan a su fin. Hoy, nuestro último día en el país antes de marchar al día siguiente por la mañana hacia Barcelona de nuevo, vamos a pasarlo en Rakvere en un spa. Nos lo hemos merecido!! A las 9 ya tenemos el desayuno preparado: rebanadas de pan con embutido y pimiento de los tres colores, pepino y cebolla picadito por encima (a Javi no le mola, pero a mí me encanta), zumo, yogur, té y en ese momento nos preparan una tortilla de frankfurt buenísima. La señora no sabe ni una palabra de inglés, pero lo agradecemos con gestos.
Hace un día bastante soleado. Ponemos rumbo a Rakvere, aunque antes nos adentraremos un poco en el Parque Natural más famoso del país, el de Lahemaa. No tengo esperanzas de encontrar el principio del parque, ni la entrada ni información, pero daremos una vuelta para que no se diga que no hemos estado. En la guía tampoco pone dónde está la entrada o el comienzo. A estas alturas ya estoy demasiado acostumbrada como para esperar algo. Buscamos el pueblecito de Altja, que es un pueblo de pescadores con casas de madera. Encontramos Altja pero por ahí no hay nada que se parezca a lo que sale en la foto de la guía, es como todos los "pueblos" es decir, que no hay nada, pero lo cierto es que el paisaje vale la pena. Damos una vuelta grande en coche intentando encontrar algo y como no lo conseguimos decidimos pasear un rato a pie para respirar aire puro.
Ya es hora de irse a Rakvere. Llegamos al hotel a la 1 y nos toca esperar un rato hasta que nos den la habitación. Desde luego es el mejor hotel de todas las vacaciones (bueno, tampoco era muy difícil). Es enorme, tiene un aparcamiento súper grande y es bastante lujoso. Tiene cuatro plantas. El subterráneo es para los tratamientos y masajes. La planta baja o principal es la recepción y tiene el restaurante, un bar y una crepería-heladería-pizzería. En la primera planta hay un gimnasio. En la segunda planta están las piscinas, yacuzzis y saunas y en la tercera planta, las habitaciones. Mientras esperamos, estamos entretenidos, ya que hay wifi en la recepción y por fin podemos acceder a todo, no como nos pasó en Narva. Sobre las 2 nos dan la habitación y flipamos. La verdad es que no es nada del otro mundo, pero acostumbrados a las pensiones, habitaciones y hoteles cutres, cuando te encuentras con un hotel de 3 estrellas medianamente normal, te parece que estés en el Ritz. La verdad es que este está muy bien. No tenemos wi-fi, pero sí conexión a internet por cable.
Pensamos que lo mejor es ir a dar un paseo, ver el pueblo (que afortunadamente no tiene casi nada) y pasar el resto de la tarde en el spa, que para eso lo hemos pillado. La verdad es que está genial. Se trata del hotel Aqva y yo reservé la habitación directamente de su página web: 85 € con desayuno, parking gratis, internet gratis y spa gratis, que se puede disfrutar desde las 8 de la mañana a las 10 de la noche. Eso por habitación, qué más quieres. Salimos a comer algo y ver el pueblo. Yo preferiría comer en el restaurante del hotel o la crepería-pizzería, que aunque se ve de lujo, tiene precios muy buenos, pero ya vamos al límite de presupuesto, así que nada, nos toca comer de nuevo en plan fast food. Justo delante del hotel hay un kebab, que en realidad no se parece en nada al de aquí, la verdad es que pocos turcos ahí allí, todos son autóctonos, debe ser por eso. El caso es que también está muy bueno y pagamos bastante poco. Lo peor: no tienen salsa de yogur, que a nosotros nos pirra, pero la salsa rosa que nos ponen también está muy buena.
Después nos disponemos a descubrir Rakvere, y afortunadamente todo lo que tenemos que ver está a 10 minutos andando del hotel. Damos una vuelta pero está totalmente muerto, no hay ni un alma por la calle. No sabemos si es porque es domingo o porque son las 3 de la tarde. Quería comprar mis típicas postales y algún recuerdo pero imposible, está todo cerrado. Detrás del hotel hay un parque bastante bonito y subiendo por él, llegamos al castillo, que está como encima de una colina. Desde ahí se divisa gran parte del pueblo y no está mal, aunque sinceramente os digo que si vais de paso, pues bueno, o como nosotros que íbamos al spa, pero no os lo recomiendo como sitio imprescindible para visitar. El castillo está prácticamente en ruinas pero se puede visitar. Cuesta 4:30 € la entrada por persona, pero me pasa igual que en Narva, me quedo con las ganas de entrar por culpa de ser pobres... Es lo que tiene. Por lo que pone en la entrada, el castillo organiza juegos medievales y tal, además de que explica un poco la historia del lugar.
Al lado del castillo, está el monumento insignia de Rakvere: el toro. Esta estatua se hizo con aportaciones de los ciudadanos y todos los nombres de los colaboradores se hayan escritos en el pie de la misma. Hacemos unas cuantas fotos, paseamos un rato y miramos la panorámica desde allá. Ya hemos visto todo lo que había que ver, así que nos vamos derechitos al spa. Éste no es muy grande, pero está muy bien. Tiene una piscina central con varios chorros por aquí y por allí y luego hay como unos pasillos en los que te lleva la corriente y en los que de vez en cuando ponen en marcha unas olas bastante grandes. También a ratos cae agua del techo como si lloviera a mares. Junto a esta piscina hay otra cuadrada más pequeña, en la que es para estar en plan de más relax, el agua cubre hasta el pecho más o menos (yo mido 1.52) y el agua está más caliente. Tiene unos cuantos chorros para la espalda. Y al lado de esta piscina, está la piscina para niños. En frente de esta hay un bar donde sirven zumos naturales, batidos y demás. Están a 2 € más o menos y yo decido tomarme uno de naranja. Subiendo por una escalera por detrás de la piscina principal hay un tobogán como los de los parques acuáticos, de estos que son cubiertos, un tubo, que sobresale por fuera del edificio y vas a caer a un canal que está dentro, también por detrás de la piscina principal. Es bastante empinado y mola, además en el techo hay estrellitas y flechas de colores. Hay una piscina exterior, a la que se accede desde dentro. Luego hay dos jacuzzis y un poco más a la izquierda una puerta donde se encuentran todas las saunas.
Hay seis saunas: una de 100º, una de 85, una de 70, una de 60, una de 50 y otra de 46. En la de 100 y la de 85 no se puede estar. No porque haga mucho calor, sino porque el aire es tan caliente que te quemas por dentro al respirar. Yo aguanto dos segundos y salgo porque no lo soporto. En la 70 se está mejor, pero las mejores son las de 60 y especialmente la de 46º, que me tiré un montón de rato, no tenía ganas de moverme de allí. Además estaba sola. En el spa había gente, bastante de hecho, pero por lo visto estábamos bastante repartidos porque no tuve la sensación de agobio o de multitud. En la sauna de 70 en medio hay una pila con sal para exfoliar la piel y luego tienes grifos para poder enjuagarte. La verdad es que se te queda una piel que da gusto. Luego hay un camino de agua hasta los tobillos donde hay piedras redondeadas de río. Un camino es de agua bastante caliente y otro es de agua helada. También hay una piscina de agua, que si no recuerdo mal está a 15º, es decir helada. Pero helada, helada, tanto que cuando metes los pies, te sientes como si alguien te estuviera agarrando fuerte de los tobillos y duele. También hay un montón de grifos por todas partes, duchas de diferentes temperaturas y grifos para los pies.
Después de estar dos horas en el spa nos entra hambre y subimos a merendar. Descansamos un rato y un par de horas después, sobre las 8 de la tarde, bajamos hasta las 9:30. Ya hemos tenido bastante por hoy, aunque lo cierto es que se está de maravilla, subimos a la habitación a cenar algo y al cabo de un buen rato, nos dormimos. El agua nos ha dejado rendidos y además mañana tenemos que madrugar, ya que tenemos que coger el avión a las 12 de la mañana y hay que tener en cuenta que estamos a dos horas en coche del aeropuerto.
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