viernes, 26 de febrero de 2010

PRAGA Y BUDAPEST

16 DE AGOSTO DE 2008

Después de recoger los bártulos partimos hacia Praga. Nada más entrar en el país nos damos cuenta de que las carreteras no son lo mejor del mundo. De hecho la autopista es una serie de baches continua, y sin exagerar, que parece que vayas a entrar en un peaje durante un montón de kilómetros. Es horrible y desesperante y te tiembla el cuerpo, la cabeza y piensas que te vas a volver loco. Durante todo el camino llueve a cántaros. Teníamos serias dudas de si en la República Checa había viñeta o no, aunque no ponía nada por ningún sitio. Cuando ya estábamos a punto de entrar en Praga, vimos las cámaras que hay en todos los países en que se necesita la viñeta, cuya misión es reconocerlas, por lo tanto sospechamos que era obligatorio llevar la pegatina. Pensad que ya llevábamos el parabrisas del coche que parecía un álbum de cromos: la viñeta de Suiza, la de Austria, la de Eslovaquia y ahora teníamos que hacer sitio a ésta.



Leí en algunos blogs que en los alrededores habían bastantes campings de buena calidad y baratos, cosa que en Praga es bastante complicado, ya que es una ciudad bastante cara. Preguntamos en un montón de ellos y todos estaban completos, así que nos cansamos y buscamos en un GPS un ibis y fuimos directos a él. También estaba la opción de una pensión, como en Innsbruck o Salzburgo, pero en una capital siempre es complicado encontrar una pensión en condiciones y barata. En el hotel había sitio, así que nos instalamos comimos algo y después nos dispusimos a explorar la ciudad. Praga era otro de los destinos soñados, siempre había oído hablar mnuy bien de ella y tenía muchas ganas de conocerla. Pero ese día el tiempo no acompañaba en absoluto, llovía a mares, así que tendríamos que contentarnos con recorrerla con el paraguas, no había otra opción. Además hacía bastante frío para lo que estamos acostumbrados en agosto: 10 grados. Nada más entrar en el casco antiguo, el Stare Mesto, como allí se le llama, encontramos una casa de cambio para cambiar nuestros euros por coronas checas.


Anduvimos por sus calles adoquinadas y llenas de tiendas, que aprovechamos para entrar, ya que poca cosa más podíamos hacer. Fueron estas calles las que nos llevaron hasta la Plaza Vieja, una plaza bastante grande, que es el centro del casco antiguo y donde se encuentra la famosa silueta de la ciudad, que es la Iglesia de Nuestra Señora de Týn. Puede parecer obvio pero yo nunca hubiera dicho que es un iglesia si me querida e inseparable guía, que tanto leía una y otra vez, me lo hubiera hecho saber. La plaza está dominada por la estatua de Jan Hus, un héroe nacional que murió en la hoguera. Y en frente de la iglesia de Nuestra Señora de Týn, se encuentra el ayuntamiento con su torre y su reloj astronómico. A pesar de la que está cayendo la ciudad está llena de turistas, y lo que faltaba eran los paraguas. Resultaba complicado caminar por las calles sin chocar con nadie. El reloj astronómico fue construido en 1410, aunque fue perfeccionado en 1490. Hay cuatro figuras junto al reloj que representan la vanidad (con un espejo), la avaricia (con su saco de dinero), la muerte y la invasión pagana (representada por un turco).






Cada hora la muerte toca una campana e invierte el reloj de arena y los doce apóstoles asoman por la ventana que hay justo encima del reloj mientras suena una musiquita. Dio la casualidad que faltaba un cuarto de hora para la hora en punto y decidimos esperar para poder ver el espectáculo, junto a una multitud que allí se congregaba, claro, armadas con sus paraguas. Me cuesta creer que Javi pudiera hacer las fotos. Cuando acabó, seguimos haciendo la ruta por las calles del casco antiguo y llegamos al Puente de Carlos, el cual nos dispusimos a cruzar. Este puente, hasta el siglo XIX conocido simplemente como "el puente de piedra", fue hasta hace muy poco el único puente que cruzaba el río Moldova y por el cuál podían avanzar los vehículos, hasta después de la Segunda Guerra Mundial, en que se hizo peatonal. Las estatuas expuestas a lo largo de todo el puente a ambos lados representan importantes figuras en la historia del país, aunque la gran mayoría, si no todas, son figuras religiosas. El puente es una preciosidad y te da otro punto de vista de la ciudad, pero estaba tan abarrotado de gente, que era agobiante. Una pena realmente y en las fotos no se puede apreciar. Es habitual que en todo el puente hayan un montón de puestos ambulantes y sobretodo pintores con sus cuadros expuestos, aunque tal y como estaba el día eran muy escasos. A esas horas, afortunadamente la lluvia había remitido y no llovía tan fuerte.











Javi y yo queríamos comprar un cuadro de tan bonita ciudad y empezamos a buscar. O bien no eran lo que estábamos buscando o bien eran demasiado caros, increíblemente caros. Desistimos y pensamos en seguir buscando al día siguiente. Algunas de las tiendas que encontramos después de atravesar el Puente de Carlos tenían sólo un artículo: matriushkas, las famosas muñecas rusas, con varios temas: unas de presidentes de Estados Unidos o de varios países del mundo, otras de cantantes, estrellas de cine, o bandas de rock, actores, actrices, etc. Pero de lo que más había era de equipos de fútbol. De equipos de todos los países y selecciones, incluso antiguos. Lo que más nos llamó la atención fue encontrar a muñecas del Espanyol, el Getafe, el Málaga o el Recre. Increíble que en estos países conozcan estos equipos, ya que yo de Praga conozco al Sparta y da gracias. Lo que sí nos dimos cuenta de que muchos de los dependientes de las tiendas hablaban español y tenían puesta contínuamente música en español: Malú, David Bisbal, Alejandro Sanz, etc. Javi no pudo resistirse y se compró unas Matriushkas del Barça, como no. La verdad que están graciosas y curiosas, y ahí las tenemos puestas en una de las estanterías del comedor. No se parecen en nada a los jugadores, pero como pone los nombres en las camisetas por detrás los tenemos de espaldas de mayor a menor para que se vean bien y en este orden: Messi, Puyol, Valdés, Henry y el más chiquitín de todos, Bojan.




La tarde fue cayendo progresivamente hasta que llegó la noche. Llegamos al Museo Nacional, en una especie de avenida con una rambla en medio y donde, como ya no llovía sí que habían algunos vendedores ambulantes y dibujantes de caricaturas. El edificio es muy opulento tanto por fuera como por dentro. No lo visitamos, porque era caro y era tarde, pero las fotos que muestra la guía de su interior así lo muestran. Al final de esta rambla había un tranvía antiguo que habían convertido en bar-restaurante, lo que nos pareció curioso y no pudimos irnos sin hacerle una foto. De camino para el coche pasamos por la ópera y el nuevo ayuntamiento, ambos edificios bellamente iluminados. Volvimos al hotel y cenamos de nuestras provisiones.















17 DE AGOSTO DE 2009




El día amaneció soleado y con un cielo azul totalmente libre de nubes. Aunque la temperatura era mucho más agradable que el día anterior yo seguía necesitando mi manguita larga, aunque prescindiría de ella cuando fueran transcurriendo las horas. Ese día la visita al Castillo de Praga nos tuvo toda la mañana ocupada. La entrada fue como siempre en este tipo de monumentos (no lo recuerdo pero entre 15 y 18 €) pero la audioguía resultó especialmente cara (12 €), que yo me empeñé en pagar. Sí, era del todo abusivo, lo sé, y un timo probablemente, pero no puedo visitar ningún sitio sin enterarme de la historia que se encuadra entre sus paredes. Este castillo es totalmente distinto a los que hemos visitado hasta ahora, como Neuschwanstein o Schönbrunn. Para empezar, se trata de un recinto con varias cosas dentro. Lo primero y más destacable nada más entrar es la imponente Catedral de San Vito, la más grande de toda la ciudad (es enooooorme, conforme vas avanzando por cualquiera de sus laterales te da la impresión de que nunca vas a llegar al final) y con las vidrieras más bonitas que he visto nunca. Pero no abrían hasta las 12 de la mañana, así que nos dedicamos a visitar el resto de edificios y la catedral la dejamos para el final.




En uno de los primeros edificios que vimos, al subir unas escaleras había una armería, un museo de armas, en el cual al final del todo podías tirar con una ballesta, previo pago, claro, cosa que nosotros no intentamos. Después de esto dimos con el callejón dorado, cuyas diminutas casitas de colores fueron construidas en el S. XVI para los arqueros de élite de la guardia del castillo, pero fueron usadas posteriormente como talleres de orfebrerías, hoy convertidas en cucas tiendas de recuerdos. En una de estas casas también vivió Franz Kafka, el famoso escritor judío. A continuación de esto se encuentra la prisión donde hay expuestos numerosos instrumentos de tortura, aunque el folleto que hemos cogido para que nos indique el itinerario a realizar nos pone que están traídos de varios países de Europa y que allí nunca se ejercieron torturas, cosa que dudo.




En otro edificio hay varias salas, una capilla desde la que sólo se puede acceder a un balcón y por último una gigantesca sala desde la que se celebraban bailes, banquetes, celebraciones e incluso torneos de caballos.






El itinerario desemboca en un patio con unas bellas vistas de la ciudad, franqueado por dos guardias, cada uno en su gaveta, que observan a la multitud impasibles. Y cuando digo multitud lo digo en el sentido más estricto de la palabra hay muchísima gente. Ya de vuelta vemos la Catedral de San Vito, tanto por dentro como por fuera. Tardamos mucho en visitarla porque es muy grande y hay numerosas estatuas y imágenes que la audioguía va detallandome exhaustivamente. Me maravillo con las vidrieras, son realmente preciosas. Salimos del castillo, ya se nos ha hecho la hora de comer y buscamos algún sitio. No os lo he dicho pero esta ciudad está tomada por las avispas, es increíble la cantidad que hay y hacen la vida imposible a la gente. A mí me dan pánico y me amargan la existencia contínuamente. Encontramos sitio en una terraza y nos dispusimos a comer pero no paraban de molestarnos y nos fastidiaron bastante, la verdad. Después de comer volvimos a la plaza vieja a verla con el día claro y a pasear de nuevo por el Puente de Carlos a ver si encontrábamos nuestro cuadro. Pero al final nos fuimos de la ciudad sin él. En la plaza vimos a un policía y se me ocurrió preguntar si era obligatoria la viñeta en el país, ya que no nos había quedado muy claro y me dijo que sí, que la tenía que comprar en alguna gasolinera y ponerla en el cristal delantero del coche. Buf!! pues hemos tenido suerte de que no nos hayan multado.








Cuando terminamos de ver la ciudad vieja nos fuimos a la Colina de Petrin, a la cual se accede con un funicular. Esta colina, espacio verde donde los praguenses vienen a pasear y a hacer picnics cuenta con la Torre de Petrin, que es una réplica de la Torre Eiffel, pero mucho más pequeña. También se puede subir a ella, pero nosotros desistimos porque las vistas que se veían desde la colina en sí de la ciudad, ya nos parecía bien. Lo que sí hicimos fue, un poco más abajo, entrar en una galería de espejos, de esos que distorsionan tu imagen y te hacen largos, chatos o con un cabezón que no cabe en el espejo, y nos echamos unas cuantas risas. Luego volvimos a coger el funicular para bajar y nos recorrimos el antiguo barrio judío. Nos apetecía mucho entrar en alguna de sus sinagogas, con sus antiguos cementerios, pero no nos lo podíamos permitir, ya habíamos gastado demasiado en estos días.






Nuestra visita a Praga finalizó con el Edificio Danzante, construido en 1996 por el checo Vlado Milunic y el estadounidense Frank O. Ghery y destinado a oficinas. Por supuesto le hicimos el merecido mini reportaje fotográfico. Volvimos al hotel y cenamos de nuestras provisiones, conscientes de que poco a poco los días de vacaciones se van acabando y se acerca la hora de volver a casa y a la rutina de siempre.










































18 DE AGOSTO DE 2008


Nuestro próximo y último destino de estas vacaciones es Budapest, la capital de Hungría. Siguiendo las indicaciones del policía con el que hablé ayer en la Plaza Vieja compramos la viñeta en la primera gasolinera que vemos una vez en la autopista y la añadimos a la colección. Volvemos a recorrer la horrible carretera.




Al entrar en Hungría sí nos avisan de la obligación de pagar el impuesto, pero esta vez no hay pegatina para enganchar en el coche, sino que te dan un resguardo que has de llevar encima por si te lo piden. Es un alivio, la verdad porque ya no sabemos dónde pegarla.




En Budapest hace calor, 30º y el tráfico es horrible. Sintonizamos la radio para ver qué tipo de música ponen por aquí y nos sorprende gratamente de que la música es muy buena, al menos para nuestro gusto: house y dance actual en varias cadenas y pop en otras. A través de nuestro GPS buscamos un Ibis, ya que la guía que nos hemos comprado nos aconseja que no pillemos hoteles con pocas estrellas, así que es la opción más fácil. Una vez más tenemos suerte con el alojamiento y nos podemos instalar sin problemas, acto después del cual, nos encaminamos al centro de la ciudad. Lo primero es lo primero y paramos a comer en un Mcdonald's.



Después nos dedicamos a recorrer el centro tranquilamente mientras descubrimos que hay un montón de españoles. No lo esperábamos. Cruzamos el emblemático Puente de las Cadenas, que une el barrio de Buda con Pest por encima del río Danubio. Se pueden hacer paseos en barco, pero nosotros lo descartamos por ahorrar. Nos cae la noche (se nota que estamos más al este porque anochece antes) y como estamos cansados, nos vamos al hotel a cenar y a dencansar.




























19 DE AGOSTO DE 2008






Hemos decidido que hoy nos vamos a dar un homenaje a nosotros mismos y nos vamos a ir a un balneario a relajarnos, que ya nos lo merecemos, y para eso Budapest es la ciudad de los balnearios. Hemos elegido el Hotel Hilton. Los más famosos son los baños Gellert, pero pensamos que alomejor están demasiado abarrotados de gente.




La entrada nos cuesta 12 € para todo el día, tratamientos aparte, aunque nosotros sólo vamos a estar dos horas, para poder aprovechar el resto del día. En realidad no tiene mucho: una amplia piscina interior con el agua bastante fresquita para nadar (un poco demasiado para mi gusto), otra más pequeña con el agua caliente, pensada para estar sentados y por donde te llega el agua a los hombros, aproximadamente y una gran piscina en el exterior, también de agua fresca donde cada media hora conectan unas olas artificiales que parece que estés en California. No veas que olas, claro como aquí no tienen mar...Hay saunas, baños turcos y otros sitios para entrar pero está separada la entrada para hombres y mujeres, y ya que vamos solos, preferimos no entrar. Nos dedicamos a disfrutar de las tres piscinas.




A las 12 abandonamos el balneario dispuestos a seguir recorriendo la ciudad. Hace mucho calor y el estar refrescados por el agua hace más llevadero el paseo. Volvemos al centro y se nos hace la hora de comer, momento en el que encontramos un restaurante con varias especialidades húngaras que no dudamos en probar y del que salimos más que satisfechos. Javi me dice que hay que pensar en la vuelta y cómo la vamos a hacer, ya que de Budapest a Gavà del tirón, imposible. Decidimos que se hará en dos etapas: Munich y Marsella, donde aprovecharemos para ver a la familia. Buscamos un cibercafé para poder buscar alojamiento en Munich, ya que está a más de 800 kilómetros de aquí y lo más seguro es que se nos haga tarde, mejor reservar. Y al buscar hoteles baratos, nos vuelve a salir el etap donde nos alojamos hace un año, en nuestra primera ruta, así que decidimos ir a lo práctico y reservarlo.




Ahora nos dirigimos al barrio judío con sus sinagogas, que como en Praga, tampoco podemos visitar, una auténtica pena.




Y llegamos al Bastión de los Pescadores, edificio digno de Disneylandia, que fue construido en el siglo XIX. Sus siete torres cónicas representan a las siete tribus magiares que conquistaron los Cárpatos y se instalaron en lo que hoy es Hungría. Antiguamente, detrás estaba instalado el mercado de pescado, de ahí su nombre. Es un bonito sitio para pasar el día y desde donde se obtienen unas vistas del barrio de Buda, del Danubio, del Puente de las Cadenas y del Parlamento, que quita el hipo. Se puede acceder a todos los entresijos y es completamente gratis, los edificios están totalmente huecos sin ningún mobiliario ni nada. Nos sentamos a tomar un helado desde una de sus ventanas, desde donde corre una más que agradable brisa que nos alivia el calor, mientras contemplamos las hermosas vistas. Detrás del Bastión está el Barrio del Castillo, con su homólogo y la iglesia de San Matías con su pequeño barrio peatonal. En las inmediaciones de los jardines del castillo había una especie de mercadillo con un montón de productos del país: dulces, pastas, miel, etc, otra vez dominado por nuestras amigas las avispas. Compramos unos cuantos dulces para probarlos, ya que tenían muy buena pinta y no nos arrepentimos en absoluto. También compramos un tarro de miel, que aún conservamos, aunque prácticamente vacío. Ese día debía ser alguna fiesta nacional, ya que, entre otras muchas atracciones había una exhibición de aviones que hacían la bandera de Hungría con el humo.




Por último visitamos el parque de las Estatuas, un museo al aire libre donde se encuentran todas las estatuas del Régimen Comunista. Cuando éste acabó, poco después de la caída del muro de Berlín, retiraron todas las estatuas pertenecientes a esa era, que tantas desgracias había causado y las guardaron durante un tiempo. Posteriormente se creó este museo. Algunas de ellas son impactantes, como por ejemplo una de un hombre al que han disparado y se está cayendo. También se encuentra una de un soldado de aspecto temible que se encontraba al entrar en la ciudad. La entrada solo cuesta el equivalente a 6 € y merece la pena. Una cosa que nos sorprendió fue ver una alusión a la Guerra Civil Española, no entendemos por qué, ya que lo pone todo en Húngaro, claro, y un muro cosido a balazos, que por lo visto era escenario de múltiples fusilamientos. A la salida hay un Avant, el coche típico de la Unión Soviética, cuyo chasis era de plástico.





Y como en tantas otras ocasiones, nos fue cayendo la tarde y posteriormente la noche. Nos dio pena, Budapest fue una ciudad que nos gustó y cautivó especialmente, aunque no sabría decir po qué. Nos quedamos con las ganas de más, pero no podía ser. Nos faltaron varias cosas por ver: la isla Margarita, entre ellas, un bello parque. Pero estamos seguros de que alguna vez volveremos, quizá con más dinero y podremos completar la visita, esta vez sin tener que discriminar sitios a los que entrar por economía.



20 Y 21 DE AGOSTO DE 2008: VUELTA A CASA


Hoy cubriremos la primera etapa de la vuelta a casa cuyo final será Munich. Después de un año, hace ilusión volver a esta ciudad, la cual, como casi todas las que he visitado, guardo un cariño especial. Nos pasamos el día entero en el coche, parando para comer y para estirar las piernas en las áreas de servicio, y el viaje se hace pesado, pero quizás también porque sabemos que las vacaciones se acaban. Aunque este año es diferente: volvemos a NUESTRA casa, así que no tenemos que separarnos al final del camino, como el año anterior. Las últimas horas de camino, ya en Alemania transcurren deprisa, tanto como nuestro coche; de nuevo no hay límite de velocidad. Sobre las 4 de la tarde llegamos al Etap que reservamos el día anterior en el ciber de Budapest y nos instalamos. Aprovechamos para descansar un rato y después decidimos ir a comprar a algún super, ya que hay un montón de embutidos, dulces, salsas y cosas que en España no las hay y a nosotros nos encanta, además es todo muy barato, a precios de Lidl y de buena calidad. Hacemos un buen cargamento de todas estas cosas y nos vamos a pasear por el centro de la ciudad. Nos cae la tarde y decidimos cenar en el centro, a ver qué tal. Elegimos uno de los restaurantes típicos donde los camareros y camareras van vestidos con los trajes regionales, al lado del Viejo Ayuntamiento.



La cena, por 30 € los dos, resulta exquisita. De primero el camarero nos recomendó una gelatina con verduras y carne y unas patatas hechas con una especie de tocino. Estaba buenísimo, pero tengo que reconocer que al final la gelatina acaba cansando un poco. De segundo Javi se pidió cerdo con una salsa. No sé cómo lo cocinaron, pero quedó con una especie de costra crujiente por fuera que nos encantó y yo pedí una especie de plato combinado con varias especialidades, también muy rico. Pero lo mejor sin duda fue el postre, y hoy después de casi dos años, aún lo recordamos con añoranza: se trataba de una especie de bollo redondo, con un montón de salsa de vainilla caliente. Teniendo en cuenta lo golosos que somos los dos, os podéis imaginar lo que lo disfrutamos....Así que estábamos súper contentos: cenamos bien, barato,...qué más se puede pedir. Y nos sorprendió, la verdad, porque en Barcelona por ejemplo en las Ramblas, o en cualquiera de los sitios más turísticos comer ya de por sí es bastante caro, y a veces no muy bueno, porque está más enfocado a los "guiris" que otra cosa, pero combinar barato y bueno, es casi imposible. Por ese precio no cenas en el centro de Barcelona así.


Después de cenar le propuse a Javi de volver a ir a ver el Allianz Arena, como ya sabéis, el Estadio del Bayern de Munich. Tenía curiosidad por saber de qué color sería la iluminación, pero él estaba algo cansado, así que volvimos al hotel.



El día siguiente volvimos a pasarnos el día entero en la carretera y se nos hizo más pesado aún que el día anterior, especialmente a mí. Cuando llegamos a Marsella, nuestro destino, ya no tenía ni culo, se me había quedado plano. Antes de pasar por Marsella, escalamos, como no, en Niza y dimos una vuelta. Al llegar a la casa de la prima Nené, que es así como la llamamos cariñosamente, estaba toooda la familia esperándonos. Fue tan emocionante,... La verdad resulta curioso que, tratándose de familia de mi madre (Nené es su prima hermana), tenga más relación con ella y sus hijos, que con tíos míos que viven en España, pero bueno, como se dice en francés, c'est la vie! Después de la sorpresa inicial, les contamos nuestras vacaciones, les enseñamos las fotos, mientras cenábamos y mi primo Frederic, pobre, después de todo un día entero de trabajo, vino a vernos, y eso que vive a 70 kilómetros de Marsella. Se lo agradezo mucho, él lo sabe.



El único que faltó fue Laurent, que estaba en París trabajando, pero llamó al móvil de su madre para hablar conmigo. Y también Magali, la hija de Nené, que estaba de vacaciones. Todo esto me hizo muy feliz. Después nos fuimos a dormir a la habitación que nos había preparado mi prima. A la mañana siguiente, nos levantamos descansados, después de un sueño reparador, como hacía días que no teníamos, supongo que sin el agobio de tener que ver cosas o de tener que ir a otro sitio. Bueno, sí esta vez, teníamos que volver a casa, pero el viaje era corto: solo 6 horitas. Así que después del maravilloso desayuno que nos prepararon, nos despedimos de algunos, ya que de la mayor parte nos despedimos la noche anterior, antes de que volvieran a sus casas. Y volvimos a casa, previo paro en Narbonne para comer en el Quick, nuestra última comida aquí, hasta por lo menos el año siguiente,... y por fin llegamos a casa con una mezcla de monedas que no veas: Francos Suizos, Coronas Checas y Eslovacas y Florines Húngaros, que guardamos en una caja de recuerdo.



CONCLUSIÓN:




Por unos casi 4.000 € de presupuesto, aunque al final se ha disparado un poco, desde luego que ha valido la pena. Todos los sitios que hemos visitado han dejado una huella especial en nosotros, como siempre, y lo recordaremos con mucho cariño, pero si yo, personalmente, tuviera que decir los que más me gustaron o impresionaron, sin duda serían Königsee, el castillo de Neuchwanstein, las Minas de Sal de Berchtesgaden, el Palacio de Schönbrunn en Viena, Praga y Budapest.



Me encantaría volver a todos los sitios, o casi todos, pero sobretodo Budapest, porque me supo a poco, me hubiera gustado quedarme más, y no sólo eso, sino descubrir mejor el país, no sólo la capital, porque es más difícil conocer a gente y cómo viven. Otra buena experiencia fue las pensiones en las que estuvimos: en la del Sur de Alemania (la que os he puesto la dirección), la de Salzburgo y la de Innsbruck, que nos dieron la oportunidad de conocerles y hablar con ellos en el desayuno, intercambiar opiniones, saber cómo es la vida allí, y sobretodo lo bien que nos trataron en los tres sitios, como si fueramos de la familia. Especialmente en Grainswiesenweg, recomendada por el que en aquel momento era mi jefe.




































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